Tanto el
capitalismo rentístico como el neo-rentismo socialista son expresiones
distintas del mismo modelo de acumulación extractivista, sustentado en la explotación
del petróleo depositado en el subsuelo.
En el debate nacional dos énfasis se distinguen en torno al destino
que debe tener la renta petrolera derivada del modelo extractivista:
·
En el capitalismo
rentístico, la siembra del petróleo consistió en financiar el proceso de acumulación
a través de préstamos blandos a las empresas, así como la construcción de
autopistas, ferrovías, puentes, centrales eléctricas y demás obras de
infraestructura que requiere la actividad económica.
·
Mientras que en el
neo-rentismo socialista, la siembra del petróleo se enfocó en el financiamiento
de la inversión social para reducir los niveles de desempleo, pobreza y
exclusión, a través de una amplia gama de misiones sociales en los campos de la
alimentación, educación, vivienda, salud, etc.
El capitalismo rentístico desembocó en una desviación desarrollista que favoreció sobre todos a
las empresas y contratistas que recibieron los créditos baratos y la ejecución
de las grandes obras.
Mientras que el neo-rentismo socialista degeneró en prácticas populistas y clientelares para mantener
la lealtad política de la gente humilde, mediatizada y sometida por las
gratuidades y asignaciones de la política asistencialista.
En una
apretada síntesis podemos decir que, en en capitalismo rentístico de la IV República, la
renta petrolera financió las inversiones de capital para producir bienes privados;
mientras que, en el neo-rentismo socialista de la V República, el énfasis se
puso en la inversión social para generar servicios públicos.
El capitalismo rentístico
En la IV República un alto
porcentaje del ingreso petrolero se destinó a financiar el capitalismo
rentístico con préstamos a bajas tasas de interés y largos plazos; la
asignación de petrodólares baratos para importar maquinarías, insumos y
tecnología; así como compras gubernamentales en condiciones muy favorables para
la producción nacional.
El
capitalismo rentístico colapsó cuando la sobrevaluación de la tasa de cambio
agotó la capacidad de absorción de la renta en actividades productivas. Un
petrodólar abundante y barato estimuló toda clase de importaciones que
desplazaron a la agricultura e industria.
La
sobrevaluación reveló la estrechez del mercado interno y obstaculizó el crecimiento hacia afuera al castigar la
competitividad cambiaria de las exportaciones.
El
margen para sembrar el petróleo se
agotó porque los incrementos en la producción no encontraron espacio en el
mercado interno, ni mucho menos en los reñidos mercados internacionales.
La
industrialización no se consolidó y el país finalmente se transformó en un
importador de lo que antes producía.
En
lugar de esterilizar el impacto negativo de la renta petrolera, su inyección a
la circulación doméstica desató una creciente demanda que no tuvo su debido
respaldo en el incremento de la producción interna.
Como la
sobrevaluación limita la absorción productiva de la renta, la rigidez de la
oferta -aunada al incremento de la demanda-, desata una persistente inflación
que erosiona la capacidad adquisitiva de los salarios y empobrece a la
población.
El neo-rentismo socialista
En la V República el mayor porcentaje
de los ingresos petroleros se utilizó para financiar el neo-rentismo socialista
como un modelo de
dominación sustentado en el uso del ingreso petrolero para financiar la
inversión social y crear una red clientelar que le sirve de apoyo político.
En la
retórica del modelo se puso el énfasis en pagar la deuda social a través de
políticas asistencialistas, pero se acostumbró a la población más vulnerable a
vivir de gratuidades en el acceso a bienes y servicios que solo podían pagarse
y sostenerse en períodos de altos precios del petróleo.
Debido a la
contracción del aparato productivo interno y su incapacidad para generar
empleos al ritmo de la población económicamente activa, el neo-rentismo
socialista tiende a acentuar el papel empleador-clientelar del Estado.
Este modelo no
generara un trabajo emancipador, toda vez que éste queda mediatizado por la
lógica opresiva del Estado burocrático que funcionariza y somete a la fuerza de
trabajo.
Más de lo mismo
El capitalismo
rentístico y el neo-rentismo socialista son expresiones distintas del mismo
modelo de acumulación extractivista. Los
actores económicos, políticos y sociales se acostumbran a obtener ganancias e
ingresos que no son fruto de su propia inversión ni de su trabajo productivo.
El reparto
clientelar de los subsidios erosiona la
dignidad del pueblo al desestimular el esfuerzo productivo que cada quien debe
hacer para ganarse su sustento. Así, la dominación se logra a través de un sistema de
premios y castigos para asegurar la lealtad de los seguidores políticos,
comprar la simpatía de los vacilantes y castigar o disuadir a los adversarios.
Las dos caras del extractivismo funcionan a la perfección mientras el
ingreso petrolero alcanza para financiar la acumulación del capital y la
inversión social. Pero al colapsar los precios del petróleo y reducirse la
extracción de crudos, el gobierno de turno pierde su capacidad de mediatización
y por eso entra en crisis.
El reto es preparar a Venezuela para que pueda
encarar la próxima crisis de abundancia y no cometa los mismos errores. Las
alternativas que vemos las abordaremos en una próxima entrega. Hasta entonces
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