La
revelación de las conversaciones secretas entre Gobierno y factores de la MUD
ha sembrado serias dudas en la ciudadanía sobre el verdadero compromiso de la
Oposición con el Referendo Revocatorio (RR) en 2016. Estas dudas se acrecientan
al conocer que fueron excluidos de tales conversaciones otros factores de la
MUD, cuyos principales dirigentes están en prisión o inhabilitados
políticamente.
La
MUD ha caído en cuenta que el nuevo gobierno que resulte de un RR en 2016 no
gobernará durante 6 años sino que completará lo que queda de período
constitucional. Y hasta 2019 tendrá que optar entre pagar $ 30 mil millones de deuda
externa o reorientar estos fondos para reactivar la producción y vencer la
escasez que azota a la población. Si un gobierno de la MUD no quiere enfrentarse
al sistema financiero internacional, solo puede mantener ese ritmo de pagos al
costo de agravar la crisis humanitaria, defraudar las expectativas de cambio y
restaurar al chavismo en las presidenciales de 2018. El pago de la deuda externa
es un muerto con el que la MUD no quiere cargar, le quita hasta las ganas de
gobernar.
El
RR no es un elemento accesorio o decorativo en la CRBV, sino un componente
esencial de la Democracia Participativa y
Protagónica para que la soberanía popular evalúe si está satisfecha o no
con el Gobierno. Su realización o no en 2016 no puede ser el
resultado de negociaciones a escondidas entre Gobierno y Oposición. Sería una
burla a la Nación cualquier pacto de cúpulas que conculque los derechos
políticos consagrados en la CRBV.
Mientras
no haya Ley de Referendos, el CNE aprobará las normas que lo regulen. Pero una
cosa es reglamentar el proceso y otra cosa muy distinta obstaculizarlo. Los
únicos cambios en las normas que se pudieran aceptar son aquellos que facilitan
la masiva expresión de la soberanía del pueblo a través del voto.
El CNE
decidió que la recolección del 20% se hará por estado del 26 al 28
de octubre. Esto obliga a lograr justo ese porcentaje en cada uno de los 24 estados, lo
cual está a contrapelo de la Constitución, toda vez que el cargo a revocar no
es el de un gobernador o alcalde, sino el de Presidente de la República, cuya
circunscripción es nacional.
El 20 % equivale a 3.893.128 electores. Pero no se trata
solo de captar el mínimo sino de facilitar la participación de todo el padrón
de 19.465.638 electores que desee manifestar su voluntad. Por eso el CNE está llamado a habilitar un número
holgado de centros de votación para que la participación masiva de la
ciudadanía no se convierta en un calvario. La MUD ha calculado 19.500 captahuellas
en 6.500 centros de votación, pero el
CNE solo aprobó 5.392 máquinas, distribuidas en 1.356 centros. En
cualquiera de los cálculos, las colas serían interminables y mucha gente no
podría ejercer su derecho constitucional al no poder entrar al centro de
votación. Para que nadie se quede sin votar deberían activarse todos los
centros electorales, mesas y captahuellas que se habilitan en cada elección
presidencial.
Para complicar aún más el proceso,
el CNE aprobó que deberán colocarse cuatro dedos en las captahuellas. Este nuevo requisito es más engorroso que la
anterior validación de 1%, cuando se pidió colocar solo los dedos pulgares y así
dos personas en promedio validaban cada minuto. Ahora se hará más lenta
la verificación, el tiempo promedio aumentará y muchos electores quedarán por
fuera.
No puede
ninguna burocracia institucional ni pacto de cúpulas vulnerar los derechos políticos.
El RR es una prerrogativa constitucional que tiene la ciudadanía para ser garante del buen gobierno que necesita y quiere darse.
No es una concesión a los caprichos de las
cúpulas políticas de la Oposición, sino un derecho consagrado en la CRBV, es la
vía constitucional, democrática, electoral y pacífica para superar la actual crisis
de gobernabilidad.
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