Víctor Álvarez R.
Los cambios políticos por sí mismos no
garantizan que la situación económica y social mejore. Para corregir los graves
desequilibrios que generan inflación, contraen la producción e impiden la creación
de nuevos y mejores empleos, el próximo gobierno tendrá que aplicar drásticos
correctivos que no suelen ser bien recibidos por los sectores más vulnerables
que protestan con mucha razón cuando se recarga sobre sus bolsillos el costo
del ajuste.
A fin de aliviar el déficit fiscal y
erradicar su financiamiento con emisiones de dinero inflacionario tendrá que
reestructurar toda la administración pública y reducir el exagerado número de
ministerios, liquidar entes públicos inoperantes y privatizar empresas públicas
que terminaron secuestradas y quebradas por la corrupción; tendrá que reducir
los subsidios y sincerar las tarifas de los servicios públicos a fin de generar
ingresos propios para su mantenimiento y repotenciación; y tendrá que hacerlo
en un país empobrecido donde el ingreso familiar no alcanza para comprar la
canasta alimentaria, mucho menos para cubrir el costo de los demás servicios.
A las medidas de ajuste suele atribuirse
un impacto social y un costo político que termina dando al traste con los
gobiernos que las aplican. El creciente descontento social aborta las reformas
económicas y desemboca en el reemplazo del gobierno que impulsó las mismas.
Recordemos lo que le pasó a Macri en Argentina, a Lenin Moreno en Ecuador, a
Sebastián Piñera en Chile, y la ola de
protestas en Colombia que desencadenó la reforma tributaria que intentó Duque.
En Argentina, Javier Milei enfrenta un creciente malestar social por el
drástico ajuste que está llevando a cabo.
En Venezuela, la viabilidad económica de la gobernabilidad poselectoral, sin marchas y contramarchas, tiene que mirarse en el espejo de esos países y contemplar las medidas de protección social para compensar los efectos no deseados de las medidas económicas de ajuste.
El
gobierno que resulte electo en las Presidenciales del 28J recibirá un país con graves
desequilibrios macroeconómicos que contraen la producción y generan inflación,
recibirá una industria petrolera en ruinas y sin recursos financieros, y un aparato
productivo que no genera suficientes puestos de trabajo;
tendrá que hacerle frente al grave deterioro de los servicios públicos de agua
potable, electricidad, gas doméstico, telecomunicaciones y escasez de
combustibles; heredará una enorme deuda social en un país en el que los
sistemas públicos de educación y salud están colapsados. Familias completan
huyen del hambre en una incesante diáspora que no tiene precedentes. La
desesperación nacional le exigirá al nuevo gobierno resultados concretos en el
primer año de gestión. De lo contrario, el país otra vez se sentirá defraudado
y el nuevo gobierno rápidamente habrá perdido credibilidad.
En
el Pacto de Convivencia Pacífica entre los candidatos a la Presidencia se
plantea un Programa Básico de Reformas Económicas, Sociales e
Institucionales que
se puede llevar a cabo en el lapso que va desde la fecha de las elecciones presidenciales hasta la toma de posesión, a
través de una acción conjunta entre el gobierno saliente y el gobierno
entrante. En vez de apostar al fracaso del otro, los actores
en pugna están llamados a cooperar y compartir las críticas y méritos por las
medidas de ajuste que será necesario aplicar para hacer posible la
reconstrucción nacional. De
esta forma, el nuevo gobierno -en vez de heredar
un país minado por las tensiones económicas, sociales y políticas-, ganará
tiempo al recibir una economía desbloqueada que empieza a ser saneada, un
Estado que inicia su proceso de reinstitucionalización y una sociedad desarmada
que se pueda gobernar.
Al interés nacional le conviene un Pacto
de Convivencia Pacífica que facilite la viabilidad
económica y la estabilidad social poselectoral. Esto pasa por identificar
problemas prioritarios y consensuar medidas
concretas para superar los principales problemas que afectan a las
familias, empresas e instituciones venezolanas, e identificar propuestas sensatas
y viables para superar la amplia gama de problemas económicos, sociales y
políticos que va a heredar.
Económicos:
̄
Desequilibrios fiscal,
monetario y cambiario.
̄
Deterioro de la
industria petrolera
̄
Contracción del aparato
productivo
̄
Inflación
̄
Dolarización
§ Sociales:
̄
Desempleo, desaparición
del salario y deterioro del ingreso real
̄
Colapso de los sistemas
públicos de educación y salud
̄
Deterioro de los
servicios de agua, gas, electricidad y condiciones de vida.
̄
Empobrecimiento
generalizado la población.
̄
Incesante y creciente
migración
§ Político:
̄
Polarización de la vida
política nacional
̄
Actores en pugna que se
ven como enemigos y no como rivales
̄
Desencanto de la
población con la política.
̄
Deterioro de las condiciones
electorales
El
Pacto de Convivencia Pacífica abre vías para complementación de los actores políticos,
económicos y sociales, en función de lograr unos acuerdos básicos que permita gestionar
recursos para atender las prioridades nacionales y evitar que al cambio
político le siga una ola de protestas y crisis de gobernabilidad, tal como ha pasado
en otros países. Pero la viabilidad económica
de la gobernabilidad poselectoral hay que comenzar a construirla antes de la
toma de posesión.
La comunidad internacional puede
incentivar la conformación de un gobierno de enlace entre el gobierno saliente
y el gobierno entrante, el cual sería apoyado con la eliminación inmediata de todas
las sanciones económicas, la devolución de los activos de la República bloqueados
en el exterior, acceso a los Derechos Especiales
de Giro retenidos en el FMI, recuperación de las reservas del BCV que
permanecen bloqueadas en el Banco de Inglaterra, reestructuración y rebaja de la deuda externa, reinserción
de Venezuela en los mercados financieros internacionales y nuevas inversiones
extranjeras para recuperar la industria petrolera y reactivar el aparato
productivo.
De esta forma, el nuevo gobierno -en vez
de heredar una bomba de tiempo económica y social-,
recibirá una economía desbloqueada y en franca recuperación, para poder hacerle
frente a los grandes retos que plantea la reconstrucción nacional, sin tener
que recargar los costos del ajuste sobre los sectores más vulnerables de la
economía y la sociedad. Es así como se puede asegurar la viabilidad económica
de la gobernabilidad poselectoral.
Escuche el análisis completo en el nuevo
podcast de Pedagogía Económica y Electoral https://t1p.de/s6w6b
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