Más que un debate sobre la Ley de Educación Superior, lo que está planteado actualmente en Venezuela es la transformación integral de la universidad. Las universidades surgieron para reproducir los sistemas económicos, políticos y sociales. Por eso, la nueva universidad también está llamada a responder a los mandatos constitucionales de impulsar la democracia participativa y protagónica en la dimensión económica.
En nuestro país, la densidad empresarial por cada mil habitantes es muy baja. De allí que no se generen suficientes empleos productivos para absorber el incesante crecimiento de la población económicamente activa. Para compensar el fenómeno del desempleo, el Estado asume un rol empleador y por eso las nóminas públicas están atiborradas. Pero este es un empleo inflacionario, toda vez que sus sueldos no tienen como respaldo un aumento en la producción. Para contribuir a la estabilidad económica y al bienestar social, la nueva universidad debe graduar un profesional emprendedor, dispuesto a multiplicar el número de unidades productivas en las que se creen puestos de trabajo realmente productivos, en función de asegurar una abundante oferta de los bienes y servicios que se requieren para satisfacer las necesidades básicas y esenciales de la gente.
La nueva universidad está llamada a estimular el espíritu emprendedor del egresado universitario para que sea capaz de crear empresas de propiedad social -sin fines de lucro pero sin vocación de pérdida-, destinadas a generar un creciente excedente para ser invertido como ganancia social en la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores y del entorno comunitario. Solo así será posible la apropiación colectiva de la riqueza producida por el conjunto de la sociedad y erradicar, de esta manera, las causas estructurales que generan desempleo, pobreza y exclusión social.
La universidad pública no puede seguir graduando profesionales que salen a buscar empleo. Tiene que estimular el espíritu emprendedor del egresado para que sea capaz de llevar adelante proyectos productivos difusores de las nuevas relaciones de solidaridad, cooperación, complementación, reciprocidad, equidad y sustentabilidad que deben gobernar la lógica del nuevo modelo productivo que en Venezuela se construye.
Para que sea cierta y verdadera, la transformación universitaria tiene que expresarse en la transformación del sujeto que está graduando, cuyo perfil debe estar cada vez más orientado a:
• Construir un nuevo modelo productivo de amplia y creciente participación y control popular, en manos de los trabajadores directos, los consumidores organizados y de la comunidad.
• Impulsar nuevas formas de propiedad social en las esferas de la producción, distribución y comercialización de los bienes y servicios que son imprescindibles para satisfacer las necesidades básicas y esenciales de la sociedad.
• Profundizar la vinculación universidad-comunidad a través de la identificación, organización y desarrollo de sus potencialidades económicas y productivas.
• Desarrollar sus capacidades emprendedoras y su compromiso con la construcción de una nueva sociedad basada en la ética del trabajo, la solidaridad y la cooperación.
Como recordamos al comienzo, las universidades fueron creadas para reproducir los sistemas económicos, políticos y sociales. Por eso, la universidad que se creó en los marcos del modelo capitalista -aunque en ella se abran camino fuerzas progresistas y revolucionarias-, su esencia rinde culto al comportamiento individual y a la competencia de todos contra todos, tras la falsa creencia de que así todos progresarán. Considera a la competencia como la fuerza motriz del desarrollo. Cualquier comportamiento diferente, como serían la solidaridad y la cooperación, es considerado absurdo y contrario a la naturaleza humana. No conciben otra manera de organizar la actividad económica que no sea en torno al afán de lucro y a la maximización de la ganancia y rentabilidad del capital.
Para que la inclusión en la educación universitaria contribuya realmente a la construcción de una nueva sociedad, es necesario plantearse la transformación integral de la universidad. En ésta todavía se forman los reproductores de un orden económico basado en la explotación del trabajo asalariado, generador de desempleo, pobreza y exclusión social.
El egresado de la universidad pública debe ser consciente de la diferencia entre las prioridades del capital que lo emplea y los problemas de la sociedad a la cual está llamado a servir. Una cosa es formar empresarios capitalistas y otra muy distinta es formar emprendedores socialistas que difundan nuevas relaciones sociales de producción.
El egresado de la universidad pública debe ser consciente de la diferencia entre las prioridades del capital que lo emplea y los problemas de la sociedad a la cual está llamado a servir. Una cosa es formar empresarios capitalistas y otra muy distinta es formar emprendedores socialistas que difundan nuevas relaciones sociales de producción.
La transformación universitaria en marcha tiene que plantearse un nuevo perfil del egresado universitario. No se trata de seguir graduando profesionales que salen a buscar empleo o a crear empresas guiadas por el afán de lucro, sino de emprendedores comprometidos con la tarea de crear empresas de propiedad social, cuyos excedentes -en lugar de ser repartidos como ganancia capitalista-, sean invertidos como ganancia social, contribuyendo así a la generación de trabajo estable, a la producción de bienes y servicios destinados a satisfacer las necesidades básicas y esenciales del pueblo trabajador, y al buen vivir de las amplías mayorías antes empobrecidas y excluidas.
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