sábado, 28 de febrero de 2015

Tres mercados para la especulación cambiaria

 Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias

La tasa de cambio equivale al monto de bolívares entregado por cada unidad de la divisa extranjera. Así, entre dos economías normales (sin la distorsión del ingreso rentístico) la tasa de cambio suele estar determinada por sus productividades relativas, toda vez que en su proceso de intercambio comercial, lo que pasa de un país a otro son bienes y servicios que resultan de sus niveles de productividad, cuya expresión monetaria es la tasa de cambio.  

Ahora bien, cuando el 96 % del ingreso en divisas proviene de una renta internacional -y no de exportar bienes con valor agregado nacional- encontrar una  tasa de cambio que exprese la productividad de la economía real no es una tarea fácil. El Estado-propietario recibe unos dólares del resto del mundo que no tienen una contrapartida en el esfuerzo productivo interno, por lo que su decisión de venderlos en el mercado suele hacerlo a una tasa de cambio que fija unilateral y arbitrariamente, sin tener en cuenta la productividad real del aparato productivo.

Un abundante ingreso rentístico crea condiciones objetivas para la sobrevaluación de la moneda nacional. Esto se manifiesta en una tasa oficial barata cuyo nivel solo se modificará en situaciones de escasez de divisas y déficit fiscal. Por lo tanto, en la sobrevaluación de la tasa de cambio se encuentra uno de los mecanismos más importantes para distribuir la renta internacional en favor de los agentes económicos y sociales internos.

La privatización de la renta petrolera

El canje de bolívares por dólares no es otra cosa que el intercambio de capacidades de compra externa e interna. Según sea la tasa de cambio oficial, el Estado propietario del 96 % del ingreso en divisas pone en manos privadas la renta petrolera que es propiedad pública. Si vende los dólares baratos, entonces entrega más poder de compra externo del que recibe a través de unos bolívares que no compran lo mismo en el mercado interno. La sobrevaluación de la tasa de cambio permite comprar barato afuera lo que resulta más caro adentro y, por tanto, la criticada cultura del “ta´barato, dame dos” es inducida y mantenida por la política cambiaria del propio gobierno.

A través del intercambio desigual en el mercado de divisas, el Estado transfiere la renta petrolera a quienes compran la divisa barata. Pero la consecuencia no deseada es que este dólar subsidiado facilita la ruinosa importación de toda clase de bienes que inhiben y desplazan la producción nacional, perjudicando así el logro de los objetivos de soberanía alimentaria y productiva. Cuando esta tensión se recrudece por un mal manejo de la política cambiaria, el crecimiento de la agricultura e industria nacionales se frena debido a la creciente y prolongada sobrevaluación de la tasa de cambio.

 

 

La especulación cambiaria

La economía en la que se inyecta el torrente rentístico sufre de una permanente la presión inflacionaria, como consecuencia del desequilibrio que se genera entre la pujante demanda y la rigidez de la oferta. Para contener la inflación se recurre al anclaje cambiario, pero esta maniobra se agota cuando cae la renta petrolera y toca su fin la transferencia abundante y oportuna de divisas. Se activa, entonces, un mercado paralelo hacia el cual se desplaza la demanda insatisfecha, originando una creciente brecha entre la tasa de cambio oficial y la cotización de la divisa en el mercado ilegal. Esta última cotización se termina convirtiendo en la tasa de cambio que se aplica para el cálculo del precio de venta al público, incluso de los productos que se importan a la tasa de cambio oficial. Esta práctica a todas luces especulativa, termina anulando el efecto antiinflacionario de la política cambiaria, a la vez que asegura exorbitantes ganancias a aquellos agentes económicos que resultan favorecidos con la asignación de la divisa a la tasa preferencial, pero que defraudan a la Nación y especulan en contra del consumidor.

Tres mercados para la especulación cambiaria

En lugar de unificar el régimen de cambios múltiples, el gobierno decidió prolongar los perversos incentivos a la especulación cambiaria. Atrapado en la falsa creencia del anclaje cambiario como instrumento antiinflacionario, someterá a lo poco que queda de industria alimentaria y farmacéutica nacional a la ruinosa competencia de importaciones subsidiadas a una tasa de 6,30 Bs/$, sin tomar en cuenta que en el sector alimentos la inflación de 2014 llegó casi a 100%, a pesar de contar con el dólar preferencial de Cencoex.

Si la unificación de los Sicad en un solo mercado se hace a una tasa más cercana al Sicad 1, se mantendrán una artificial demanda de divisas a través de la sobrefacturación de importaciones, las empresas de maletín y los “raspacupos”. El incentivo a los especuladores y corruptos que tratan de capturar los dólares baratos para luego venderlos más caros será aún mayor si el tercer mercado efectivamente se rige por las fuerzas de la oferta y la demanda, y la brecha entre ambos es amplia y tiende a ser cada vez más ancha.

La única manera de erradicar la especulación cambiaria que distorsiona y destruye el sistema de precios relativos es sustituyendo el régimen de cambios múltiples por una sola tasa de cambio a un nivel que exprese la verdadera productividad del aparato productivo, promueva inversiones extranjeras, estimule la repatriación de capitales, remunere las exportaciones no petroleras y sea atractiva para el turismo internacional. Solo así será posible activar una creciente oferta de divisas privadas que complemente el menguado ingreso petrolero. @victoralvarezr

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