Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
La tasa de cambio equivale al monto de bolívares entregado por cada
unidad de la divisa extranjera. Así, entre dos economías normales (sin la
distorsión del ingreso rentístico) la tasa de cambio suele estar determinada
por sus productividades relativas, toda vez que en su proceso de intercambio
comercial, lo que pasa de un país a otro son bienes y servicios que resultan de
sus niveles de productividad, cuya expresión monetaria es la tasa de cambio.
Ahora bien, cuando el 96 % del
ingreso en divisas proviene de una renta internacional -y no de exportar bienes
con valor agregado nacional- encontrar una
tasa de cambio que exprese la productividad de la economía real no es
una tarea fácil. El Estado-propietario recibe unos dólares del resto del mundo
que no tienen una contrapartida en el esfuerzo productivo interno, por lo que
su decisión de venderlos en el mercado suele hacerlo a una tasa de cambio que
fija unilateral y arbitrariamente, sin tener en cuenta la productividad real
del aparato productivo.
Un abundante
ingreso rentístico crea condiciones objetivas para la sobrevaluación de la moneda
nacional. Esto se manifiesta en una tasa oficial barata cuyo nivel solo se
modificará en situaciones de escasez de divisas y déficit fiscal. Por lo tanto,
en la sobrevaluación de la tasa de cambio se encuentra uno de los mecanismos
más importantes para distribuir la renta internacional en favor de los agentes
económicos y sociales internos.
La privatización de la renta petrolera
El canje de bolívares por dólares no
es otra cosa que el intercambio de capacidades de compra externa e interna.
Según sea la tasa de cambio oficial, el Estado propietario del 96 % del ingreso
en divisas pone en manos privadas la renta petrolera que es propiedad pública.
Si vende los dólares baratos, entonces entrega más poder de compra externo del
que recibe a través de unos bolívares que no compran lo mismo en el mercado
interno. La sobrevaluación de la tasa de cambio permite comprar barato afuera
lo que resulta más caro adentro y, por tanto, la criticada cultura del “ta´barato, dame dos” es inducida y
mantenida por la política cambiaria del propio gobierno.
A través del intercambio desigual en
el mercado de divisas, el Estado transfiere la renta petrolera a quienes
compran la divisa barata. Pero la consecuencia no deseada es que este dólar
subsidiado facilita la ruinosa importación de toda clase de bienes que inhiben
y desplazan la producción nacional, perjudicando así el logro de los objetivos
de soberanía alimentaria y productiva. Cuando esta tensión se recrudece por un
mal manejo de la política cambiaria, el crecimiento de la agricultura e
industria nacionales se frena debido a la creciente y prolongada sobrevaluación
de la tasa de cambio.
La especulación cambiaria
La economía en la que se inyecta el
torrente rentístico sufre de una permanente la presión inflacionaria, como
consecuencia del desequilibrio que se genera entre la pujante demanda y la
rigidez de la oferta. Para contener la inflación se recurre al anclaje
cambiario, pero esta maniobra se agota cuando cae la renta petrolera y toca su
fin la transferencia abundante y oportuna de divisas. Se activa, entonces, un
mercado paralelo hacia el cual se desplaza la demanda insatisfecha, originando
una creciente brecha entre la tasa de cambio oficial y la cotización de la
divisa en el mercado ilegal. Esta última cotización se termina convirtiendo en
la tasa de cambio que se aplica para el cálculo del precio de venta al público,
incluso de los productos que se importan a la tasa de cambio oficial. Esta
práctica a todas luces especulativa, termina anulando el efecto
antiinflacionario de la política cambiaria, a la vez que asegura exorbitantes
ganancias a aquellos agentes económicos que resultan favorecidos con la
asignación de la divisa a la tasa preferencial, pero que defraudan a la Nación
y especulan en contra del consumidor.
Tres mercados
para la especulación cambiaria
En lugar de unificar el régimen de
cambios múltiples, el gobierno decidió prolongar los perversos incentivos a la
especulación cambiaria. Atrapado en la falsa creencia del anclaje cambiario
como instrumento antiinflacionario, someterá a lo poco que queda de industria
alimentaria y farmacéutica nacional a la ruinosa competencia de importaciones
subsidiadas a una tasa de 6,30 Bs/$, sin tomar en cuenta que en el sector
alimentos la inflación de 2014 llegó casi a 100%, a pesar de contar con el
dólar preferencial de Cencoex.
Si la unificación de los Sicad en un
solo mercado se hace a una tasa más cercana al Sicad 1, se mantendrán una
artificial demanda de divisas a través de la sobrefacturación de importaciones,
las empresas de maletín y los “raspacupos”. El incentivo a los especuladores y
corruptos que tratan de capturar los dólares baratos para luego venderlos más
caros será aún mayor si el tercer mercado efectivamente se rige por las fuerzas
de la oferta y la demanda, y la brecha entre ambos es amplia y tiende a ser
cada vez más ancha.
La única manera de erradicar la
especulación cambiaria que distorsiona y destruye el sistema de precios
relativos es sustituyendo el régimen de cambios múltiples por una sola tasa de
cambio a un nivel que exprese la verdadera productividad del aparato
productivo, promueva inversiones extranjeras, estimule la repatriación de
capitales, remunere las exportaciones no petroleras y sea atractiva para el
turismo internacional. Solo así será posible activar una creciente oferta de
divisas privadas que complemente el menguado ingreso petrolero. @victoralvarezr
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