Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
Una Revolución que no se mire de forma crítica
para mejorar sus imperfecciones está condenada a fracasar por el inmovilismo y
la apatía. Los que practican la crítica revolucionaria son los inconformes
con la realidad que les rodea. Los mayores enemigos de la construcción
socialista son los que se agotan en un discurso dogmático, sectario y combaten
permanentemente la crítica, no con argumentos sino con descalificaciones, adoptando
una actitud represiva ante todo tipo de crítica.
La criminalización de la crítica crea un
ambiente de miedo y terror que va desilusionando a la gente, a medida que la
dirigencia se aleja cada vez más del clamor popular. La crítica
revolucionaria debe ser el oxígeno de toda Revolución. Solo así podrá
perfeccionarse de manera permanente y sostenida.
El
pensamiento crítico rompe paradigmas, dogmas paralizantes y viejos esquemas,
contribuyendo a corregir a tiempo errores, desviaciones u omisiones que, de
mantenerse o repetirse, van minando la base de apoyo social y político de la
Revolución.
Sin
pensamiento crítico no puede haber transición al socialismo. Una Revolución auténtica
no cuenta con soluciones prefabricadas. Por eso requiere de un pensamiento
crítico, leal y comprometido, que ayude
a perfeccionar las fórmulas que van surgiendo al calor de un proceso de cambio
que se enfrenta a la tenaz resistencia del viejo orden que pugna por imponerse
y mantenerse.
La nueva
sociedad no puede construirse sin un pensamiento crítico que supere los dogmas
del viejo socialismo. Hay que estimular la confrontación de ideas, el debate
teórico, el desarrollo de argumentos para la generación de un nuevo
conocimiento comprometido con la construcción socialista. Sin un debate libre y
comprometido será imposible reflexionar sobre las lecciones que se van
acumulando, sobre aciertos, avances, fracasos, omisiones, descuidos,
improvisaciones, alertas y nuevas propuestas para resolver los problemas que
agobian a la gente.
Uno de los argumentos más perversos para
descalificar y evitar la crítica se refiere a la manipulación que el enemigo
puede hacer de la misma para demostrar la ineficiencia de la Revolución. Pero
resulta que es todo lo contrario, son esos perseguidores del pensamiento
crítico quienes más sirven a la contrarrevolución. Al silenciar el pensamiento
crítico prestan un gran servicio a los enemigos del proceso de transformación,
que son los más interesados en evitar que se corrijan las desviaciones y
errores. Si tomamos en cuenta que el principal objetivo del enemigo es evitar
que la Revolución se perfeccione y consolide, la criminalización de la crítica
hace imposible que la Revolución se autocorrija y fortalezca. Por el contrario,
se burocratiza y pervierte en la manipulación propagandista que inventa una
realidad muy distinta a la que el pueblo vive en su cotidianidad.
Discutir sin complejos ni temores los problemas que esperan solución, los
errores que se cometen, lo que se deja de hacer, lejos de ser una debilidad, es
una señal de la fortaleza y vitalidad de una Revolución en manos del pueblo, y
no de la partidocracia y su nomenklatura, que siempre será temerosa de la
crítica, por muy honesta que esta sea. Los que realmente obstaculizan el proceso de cambio revolucionario son
los que actúan como burócratas acríticos e incondicionales y abusan de su poder
para perseguir y silenciar a quienes ejercen una crítica leal y comprometida
con el proceso de transformación. @victoralvarezr
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