Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
Una de las
causas que determinaron el fracaso del Socialismo del Siglo XX (en adelante SSXX)
fue el control central y la censura sobre los medios
de comunicación. Lejos de ser un medio para la expresión popular, estos fueron
convertidos en un instrumento gubernamental para difundir una visión
propagandista y apologética de la realidad. Este férreo control estatal impidió
a los trabajadores y ciudadanos expresarse con libertad y sin miedo para criticar
las desviaciones y errores que ocurren en todo proceso social. Pero esa falsa impresión que la propia nomenklatura burocratizada terminó creyéndose, la aisló cada vez
más del clamor popular, les impidió enmendar a tiempo y así terminaron
cavando su propia fosa.
En
el SSXX, la falta de unos medios de comunicación de masas verdaderamente
independientes facilitó los abusos de poder y el encubrimiento a la corrupción
y la ineficacia de la contrarrevolución burocrática. Estos problemas -comunes a
todos los sistemas burocráticos de corte soviético-, fueron exacerbados debido
al control central de la burocracia y la nomenklatura
sobre los medios de comunicación, lo cual condujo sistemáticamente a la
desinformación y la manipulación.
En
el SSXX no fueron pocos los disidentes que, por el solo hecho de expresar un
pensamiento contrario fueron considerados agentes del imperialismo, vendidos a
las grandes corporaciones transnacionales y potencias enemigas. Así, durante
décadas, políticos, activistas, escritores, poetas y hasta cantantes -al
criticar u oponerse al gobierno- fueron declarados enemigos del socialismo y
traidores a la patria y, por lo tanto, censurados en las emisoras de radio,
canales de televisión, librerías y teatros. En lugar de haber sido tratados como
una expresión del debate político e ideológico, fueron encarcelados o
expatriados por actividades no violentas, de naturaleza esencialmente
pacífica.
Superar esta
perniciosa herencia del SSXX significa estimular el pensamiento crítico,
desarrollar una cultura del debate tanto en los medios de comunicación públicos
como en los privados. Estas son cuestiones claves para repensar y reinventar el
proyecto socialista en el siglo XXI. El socialismo será nuevo y superior en la
medida que pueda garantizar la libertad de expresión y de acción del ser
humano, sin la retaliación del burocratismo enquistado en los cargos públicos
que se siente dueño de la verdad absoluta. Un supuesto socialismo sin
democracia ni libertades civiles, donde la igualdad se limita a compartir la
escasez y la pobreza, no es muy diferente a las dictaduras del mal llamado SSXX.
Cuando las fallidas
experiencias de construir el SSXX se comenzaron a derrumbar,
nadie salió a defender lo que la propaganda oficial presentaba como una
conquista y construcción popular. La principal conspiración contrarrevolucionaria
que socavó las bases de apoyo social no vino del imperialismo sino del
burocratismo y la nomenklatura que, al secuestrar para su provecho el poder,
manipularon ventajosamente los medios de comunicación para prolongar y reproducir
sus prácticas antidemocráticas, generando
así un creciente e irreversible malestar que se evidenció en la caída del Muro
de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, donde brillaron por su ausencia
los dolientes del llamado socialismo real .
Cuando
la cúpula dirigente se arroga el
privilegio de decidir qué, cuándo y cómo se debe y
puede informar y asume de manera
unilateral y arbitraria la tarea de evaluar
y decidir sobre qué es lo que se puede pensar, decir, escribir o publicar, esa
forma de actuar reedita claramente la naturaleza antidemocrática que
caracterizó al SSXX, donde para tener la razón solo bastaba con decir que los
demás no la tenían.
Quienes se niegan a debatir, conculcando el derecho de otros a pensar
y exponer libremente sus opiniones y puntos de vista, no creen ni en sus
propios argumentos y por eso no los someten a prueba: apelan al dogma de fe, a
la lealtad a ciegas. De allí la importancia de que los medios de comunicación
no queden solo en manos del Estado, del poder central, sino que se profundice el
desarrollo de portales independientes y medios de comunicación comunitarios y
alternativos, que abran a las personas una amplia gama de canales para que se
puedan expresar con libertad, sin miedo
a ser analizados por desviaciones ideológicas o, lo que es peor, ser declarados
agentes del imperialismo y traidores a la patria. No solo de pan vive el ser
humano, el debate y la expresión de las ideas sin censura ni controles son
imprescindibles para sentirse realmente libres.
El
carácter unitario y democrático de una verdadera revolución humanista se
comprueba en la consideración y el respeto, en la comprensión y la tolerancia
para quienes piensan y opinan de manera diferente. Solo así será posible consolidar
una gran fuerza en la que quienes teniendo el mismo objetivo de construir un
país libre de desempleo, pobreza y exclusión social, con igualdad de
oportunidades para todos, aunque no siempre coincidamos en las estrategias y
ritmos, podamos ser fraternales críticos, incluso rivales, más nunca enemigos.
Se trata de reconocernos en lo que nos une y no en lo que nos separa, donde la
crítica a los errores y desviaciones no se etiquete de actitud sospechosa, de
quintacolumna o saltatalanquera, de traidor a la patria o vendido al
imperialismo. La única talanquera tiene que ser la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela: dentro de la Constitución todo, fuera de la
Constitución nada. @victoralvarezr
No hay comentarios:
Publicar un comentario