sábado, 30 de abril de 2016

¿Cómo aliviar la crisis eléctrica?

Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
La crisis eléctrica no ha sido conjurada y ha obligado al Gobierno a aplicar un nuevo racionamiento. El consumo residencial asciende al 63% del total y ante el fracaso de la campaña soy consciente, consumo eficiente, el Presidente Maduro se debate entre aumentar el racionamiento o aumentar las tarifas. “He tratado de evitarlo al máximo”, “Los ahorros que necesitamos en el sector residencial no los hemos logrado”. “Yo pido que el milagro lo haga usted compatriota, en su casa” dijo al anunciar el Plan de Administración de Cargas.

Mientras el costo de los servicios públicos no represente mayor cosa en los presupuestos familiares, el derroche no tendrá fin. El exagerado subsidio es un incentivo perverso al despilfarro y no se corregirá con llamados para que cada quien haga el milagro en su casa. Fijar precios de mercado no es hacer concesiones al capitalismo. Cuando un precio expresa lo que cuesta un bien o servicio, estos son debidamente valorados por la sociedad y así su demanda tiende a auto-regularse. Sobre todo en el caso de los servicios públicos, cuya demanda es muy sensible al comportamiento de las tarifas, toda vez que si éstas suben, entonces el consumo tiene a ajustarse a lo estrictamente necesario. Pero al creer que controlando rígidamente los precios o prolongando los exagerados subsidios se impulsa la construcción del socialismo, el Gobierno lo que hace es destruir uno de los mecanismos reguladores del consumismo despilfarrador.

En efecto, aunque el uso racional y eficiente de la energía se ha considerado una política de Estado y se ha desplegado una intensa campaña para concientizar a la población y promover un cambio cultural en la forma de usar la energía, las bajas tarifas dan al traste con estos buenos propósitos e intenciones. Lo que se cobra no alcanza ni para pagar la nómina de Corpoelec y esto repercute en un acelerado deterioro del servicio, donde las fallas se han multiplicado. Las constantes interrupciones funden los artefactos electrodomésticos, crean un creciente malestar en la población e impiden la reactivación del aparato productivo nacional.

El precio es un factor clave en la demanda de un bien o servicio. Cuando los precios tienden a expresar su valor y no están distorsionados por rígidos controles o ruinosos subsidios, los mismos envían una clara señal de lo que le cuesta a la sociedad producir ese bien o servicio. Pero el confundir mercado con capitalismo, el Gobierno anula con sus controles y subsidios el adecuado funcionamiento del sistema de precios como un mecanismo regulador del consumo y la demanda.

Los países más exitosos del mundo en esta materia han logrado reducir considerablemente el exagerado consumo de electricidad porque sus campañas educativas han sido complementadas con la aplicación de tarifas justas que expresan el verdadero valor del servicio. Se trata de fijar una tarifa que permita recuperar los costos de generación, transmisión, distribución y comercialización, a la vez de generar los excedentes necesarios para la permanente ampliación y modernización del sistema eléctrico nacional.

Los incentivos perversos de los controles de precios y subsidios al consumo se recrudecen cuando estos se generalizan y prolongan exageradamente en el tiempo. Al no expresar el verdadero valor de los bienes y servicios, los controles y subsidios no solo estimulan un consumo irracional que raya en el despilfarro, sino que también estimulan las nefastas prácticas del contrabando de extracción que agravan los problemas de escasez, acaparamiento y especulación en un país azotado por una sostenida caída de la producción y desmesuradas inyecciones de dinero sin respaldo que atizan la inflación.  @victoralvarezr

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