Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
Los
torrenciales aguaceros que han inundado a Caracas no
han llegado al Guri. La crisis eléctrica no ha sido conjurada y por eso el
Gobierno anuncia un nuevo racionamiento a través del Plan de Administración de
Cargas.
Desde su creación, el Ministerio
del Poder Popular para la Energía Eléctrica y Corpoelec han promovido el uso
racional de electricidad a través de acciones en materia tecnológica,
educativa, comunicacional y regulatoria. Sin embargo, el consumo
residencial asciende al 63% del consumo eléctrico nacional. Ante el fracaso de
la campaña soy consciente, consumo
eficiente, el Gobierno se debate entre aumentar el racionamiento o aumentar
las tarifas.
¿Por qué fracasó la campaña soy
consciente, consumo eficiente?
Con el objetivo de encarar la creciente demanda de electricidad y estabilizar
el suministro del servicio, el Ejecutivo Nacional puso en marcha la campaña Soy Consciente, Consumo Eficiente, Plan
Banda Verde, que terminó siendo otro intento fallido para estimular una
nueva cultura del ahorro en el uso de la energía.
La asistencia técnica especializada a los usuarios
para racionalizar el uso de la energía eléctrica; los programas de formación,
capacitación y divulgación para la concienciación de la población; la
sustitución de bombillos y aires acondicionados ineficientes; así como los
llamados a la defensa de la Madre Tierra no tuvieron el impacto esperado ante
el enorme incentivo al consumo irracional que representan las bajas tarifas del
servicio eléctrico.
Mientras el costo de los servicios públicos no represente mayor cosa en los
presupuestos familiares, el derroche no tendrá fin. El exagerado subsidio es un
incentivo perverso al despilfarro y no se corregirá con llamados para que cada
quien haga el milagro en su casa. En su incomprensión, el Gobierno cree que fijar
precios de mercado es hacer concesiones al capitalismo. Cuando un precio
expresa lo que cuesta un bien o servicio, estos son debidamente valorados por
la gente y así su demanda tiende a auto-regularse, sin derroches ni excesos.
Sobre todo en el caso de los servicios públicos cuya demanda es sensible al
comportamiento de las tarifas, toda vez que si éstas suben, entonces el consumo
tiene a ajustarse a lo estrictamente necesario. Pero al creer que controlando rígidamente
los precios o prolongando los exagerados subsidios impulsa la construcción del
socialismo, el Gobierno lo que hace es destruir uno de los mecanismos
reguladores del exacerbado consumismo despilfarrador.
El precio es un factor clave en la demanda de un bien o servicio. Cuando
los precios tienden a expresar su valor y no están distorsionados por ruinosos
controles, perversos subsidios o
ganancias especulativas, los mismos envían una clara señal de lo que le cuesta
a la sociedad producir ese bien o servicio. En consecuencia, el adecuado
funcionamiento del sistema de precios es un mecanismo regulador de todo el
sistema económico y repercute en la correcta asignación y uso de los factores
de producción.
No se trata de asumir el mecanismo de los precios como un dogma de fe.
Hasta los gobiernos neoliberales -generalmente reacios a intervenir los
mecanismos del mercado-, en ciertas condiciones se ven obligados a fijar
precios y otorgar subsidios a determinados bienes y servicios a fin de proteger
a sectores vulnerables. En cualquier economía, llámese capitalista o
socialista, el mecanismo de los precios actúa como regulador de la oferta y la
demanda de los bienes y servicios. Pero al parecer, el funcionamiento de los
mercados el gobierno solo lo acepta cuando se trata del mercado petrolero y en
la OPEP promueve recortes en la oferta para aumentar el precio de los crudos.
La demagogia
populista en la cultura rentista
Los incentivos perversos de los controles y subsidios se recrudecen cuando
estos se generalizan y prolongan exageradamente en el tiempo. Al no expresar el
verdadero valor de los bienes y servicios, los rígidos controles de precios y
exagerados subsidios no solo estimulan un consumo irracional que raya en el despilfarro,
sino que también estimulan las nefastas prácticas del contrabando de extracción
que agravan los problemas de escasez, acaparamiento y especulación en un país azotado por una
sostenida caída de la producción y desmesuradas inyecciones de dinero sin
respaldo que atizan la inflación.
Pero aunque el Uso
Racional y Eficiente de la Energía se ha considerado una política de Estado
y se ha desplegado una intensa campaña para concientizar a la población y
promover un cambio cultural en la forma de usar la energía, las bajas tarifas
dan al traste con estos buenos propósitos e intenciones. Los mensajes para
contribuir con el medio ambiente al reducir las emisiones de gases tóxicos y
controlar la huella ecológica a través de la auto-regulación consciente del
consumo de energía no se terminan de traducir en reducciones significativas de
la demanda porque la electricidad poco pesa en los presupuestos familiares. De
hecho, a pesar de todo este despliegue, el consumo se ha incrementado en
horas pico, lo que requiere la construcción de nuevas plantas de generación.
Los países más exitosos del mundo
en esta materia han logrado reducir considerablemente el exagerado consumo de
electricidad porque sus campañas de educación y divulgación han sido
complementadas con la aplicación de tarifas justas que expresan el verdadero
valor del servicio. Se trata de fijar una tarifa que permita recuperar los
costos de generación, transmisión, distribución y comercialización, a la vez de
generar los excedentes necesarios para la permanente ampliación y modernización
del sistema eléctrico nacional.
Es hora de superar la demagogia populista que por temor al costo político exacerba
el despilfarro de recursos cada vez más escasos y tomar las firmes y valientes
medidas que se requieren para poner orden en la casa. @victoralvarezr
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