Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
La inflación se ha convertido en
la principal razón para reivindicar aumentos de sueldos. No son las mejoras en
la productividad ni un desempeño sobresaliente el argumento para justificar un
incremento salarial. Por eso en la carrera de los salarios contra la inflación,
siempre salen perdiendo los salarios.
Los datos del BCV indican que la inflación en 2015 llegó a 180,9%. Y en
alimentos -renglón que absorbe el mayor porcentaje de los ingresos-, los
precios se incrementaron 315%. El reciente aumento del salario mínimo apenas
llega al 20 %. Si sumamos el incremento del bono de alimentación de
1,5 a 2,5 Unidades Tributarias, el ingreso aumenta de 16.399 a 24.853 bolívares.
Pura ilusión monetaria porque las familias que viven de un ingreso fijo
nominalmente ganarán más bolívares, pero realmente podrán comprar menos bienes
y así buena parte de sus necesidades básicas quedará insatisfecha.
Este
nuevo aumento se queda
corto frente a la inflación. Y, paradójicamente, generará más inflación, porque
no se basa en un incremento real de la productividad y, peor aún, se paga con
la emisión de bolívares que no tienen respaldo. De hecho, para cancelar el
aumento en ministerios, institutos autónomos, gobernaciones, alcaldías, etc.,
el Gobierno tendrá que tramitar un crédito adicional cuya inyección a la
circulación doméstica no tiene el debido respaldo en un aumento de la
producción. En un país con alta inflación de costos y de demanda, y una
creciente escasez estructural, este aumento incrementará el circulante
monetario. Y mucha plata detrás de pocos bienes presionará aún más los precios.
Con
un déficit fiscal de más de 20 % del PIB y su financiamiento a través de
emisiones de dinero sin respaldo por parte del BCV, la galopante inflación amenaza con empobrecer
aún más los hogares venezolanos. La presión de demanda que significa más dinero en
una economía con menos productos, desembocará en una inflación mayor al
incremento del salario mínimo y del bono de alimentación.
Los 11 aumentos de
salario mínimo aprobados en los 3 años del actual período presidencial se
han vuelto sal y agua. Al no estar debidamente respaldados con
mejoras en la productividad dan origen a una mayor inflación que termina
anulando el efecto del aumento. Mucho más cuando la reivindicación salarial con
la que se aspira a compensar la erosión de la inflación se realiza en una
economía caracterizada por crecientes índices de escasez.
Hay que tener muy
clara cuál es la causa de la enfermedad para no atacar sólo sus síntomas. La
inflación es como la fiebre de la economía, alerta que algo en el organismo
está funcionando mal, pero no es el mal
en sí mismo. Cuando aparece significa que hay un problema de fondo que urge
atacar. Pero si se confunde con la especulación y se ataca como un delito a
través de multas o penas de cárcel, se dejan de corregir las insuficiencias en
el aparato productivo y los desequilibrios macroeconómicos, que son las
verdaderas causas del problema.
La inflación podrá controlarse a
través de políticas macroeconómicas y sectoriales coherentes que ofrezcan un
ambiente propicio a la inversión productiva. La corrección de los
desequilibrios fiscales, monetarios, cambiarios y de precios debe ser
complementado con la ejecución de políticas agrícolas, industriales y
tecnológicas que contribuyan a la reactivación de la economía nacional. Es así
como aumentará la oferta de los bienes y servicios que son imprescindibles para
satisfacer las necesidades básicas y esenciales de la población. @victoralvarezr
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