viernes, 23 de abril de 2010

¿Conviene eliminar gobernaciones y alcaldías?

Leí en un periódico la propuesta de un grupo de candidatos del PSUV a la AN para eliminar las gobernaciones y alcaldías. Argumentan que los estados y municipios son una rémora de la IV República y deben ser sustituidos por las comunas como la nueva expresión del poder popular.
Más allá de lo polémico de este planteamiento y del rechazo que pueda generar en gobernadores y alcaldes, por muy diferentes que sean nuestras ideas, la esencia del socialismo democrático se tiene que expresar en la coexistencia respetuosa y pacífica. La libertad la necesitan sobre todo los que piensan de otra manera para que así puedan opinar con sinceridad y sin temor. No es una señal de debilidad del proceso sino su principal fortaleza. Para construir una sociedad de seres humanos libres y críticos, la libertad tiene que ser un derecho de todos y no un privilegio exclusivo de quienes están en el poder.
León Trotsky, al alertar sobre las desviaciones en la URSS, donde la nomenklatura y el burocratismo desplazaron el poder popular por los intereses del partido y la burocracia, señaló que estos métodos solo “(…) conducen a esto: primero la organización del partido sustituye al conjunto del partido; después, el Comité Central sustituye a la organización, y finalmente, un solo ‘dictador’ sustituye al Comité Central”.
En el interior del país estas tensiones entre la estructura burocrática heredada y las nuevas formas de poder popular aún no han sido conjuradas. Tanto los poderes públicos como las organizaciones políticas intentan subordinar a sus intereses los instrumentos de organización popular y comunal. Si la propuesta de los candidatos a la AN se hace para enfrentar las desviaciones caudillistas que aún persisten en muchos estados y municipios, desconcentrar el poder represado en gobernaciones y alcaldías y, sobre esta base, profundizar el poder popular a través de la consolidación de los Consejos Comunales para que empiecen a gobernar los que hasta ahora han sido gobernados, entonces ¡bienvenida sea!.

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