Víctor
Álvarez R.
En la nueva fase de la Ofensiva Económica, el
Presidente Nicolás Maduro ha planteado reactivar la producción para aumentar el
abastecimiento y estabilizar los precios, los llamados objetivos PAP. Hasta ahora, las medidas para
lograrlo giran en torno a agilizar la entrega de divisas y ofrecer nuevas
fuentes de financiamiento. Pero una producción de calidad y bajos precios requiere,
adicionalmente, incentivos para el fortalecimiento de las capacidades
tecnológicas e innovativas, a fin de incrementar la productividad y reducir de
forma drástica los costos. El acceso oportuno a los recursos que requieren las
empresas para mejorar los productos y procesos tecnológicos, pasa por reformar
la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (Locti).
Balance de la Locti
Uno de los propósitos de la Locti fue generar
recursos de las empresas para financiar sus
propios proyectos de investigación e innovación y así generar un conocimiento útil
que les ayudara a mejorar su calidad, productividad y competitividad. De esta
forma se liberarían recursos públicos para ser reorientados al financiamiento de
los proyectos de universidades y centros de investigación.
Cuando se aprobó la Locti, las empresas podían escoger
entre invertir su aporte puertas adentro, financiar proyectos de universidades
o entregarlo al Mcti. A pesar de que la ley identificaba más de diez formas de vinculación universidad-empresa, el
95% de los aportes se quedó en las compañías, no pocas veces para pagar la
fiesta de navidad de la empresa, argumentando que habían sido invertidos en la
organización de un evento sobre nuevas tecnologías. Solo el 4% se destinó a
financiar proyectos con universidades y apenas 1% fue depositado en el Ministerio.
Para
evitar el desvío de recursos, con la reforma de 2010 todos los aportes empresariales
se centralizaron en el Fonacit. Sin
embargo, la producción científica y tecnológica -medida a través de los
indicadores tradicionales de proyectos de investigación, artículos publicados
en revistas indexadas, eventos científicos y patentes registradas-, no aumentó en
la misma proporción de los fondos Locti. Por el contrario, en muchos casos se
redujo. Solo el número de investigadores y tecnólogos se incrementó, aunque
paradójicamente la caída en los demás indicadores se atribuye a los bajos salarios, realidad que obliga a
muchos investigadores a renunciar para buscar trabajos mejor remunerados.
Empresa: locus de la innovación
Los aportes Locti de las empresas no pueden ser
catalogados por sí mismos como una inversión. Si así fuera, el monto de 2 % del
PIB que se recauda nos ubicaría a nivel
de Japón y Alemania, pero está claro que no hemos alcanzado el grado de
desarrollo científico ni mucho menos económico de esos países. El ritmo
innovador no depende simplemente de la escala de los aportes a la Locti sino
del modo en que dichos recursos son invertidos, dirigidos y aprovechados. Semejante
volumen de recursos no puede ser absorbido únicamente por las universidades. Y
la debilidad del sistema nacional de innovación conduce a malgastar muchos
recursos debido a la insistencia en modelos ya superados que aún sostienen que
las tecnologías se desarrollan en las universidades y luego son transferidas a
las empresas.
De allí la necesidad de activar nuevos espacios
para realizar proyectos de investigación e innovación cada vez más pertinentes
con la problemática real del aparato productivo. Es aquí donde la empresa
pública y privada está llamada a abrirse como locus de una actividad científica
y tecnológica que sustente una abundante producción de calidad y precios
solidarios. En los aportes que las empresas hacen a la Locti están los fondos
necesarios para mejorar sus productos y procesos.
Con estos recursos se financiaría la incorporación del talento humano en la planta
física de las propias empresas, las cuales pasarían a ser el epicentro de una
actividad de innovación conectada con las necesidades reales de la producción
de bienes y servicios. Así, cada
empresa se convertiría en un centro de investigación y, adicionalmente, se
invertirían fondos en la creación de una infraestructura de laboratorios y
centros de servicios tecnológicos de uso común para el fortalecimiento de las capacidades
tecnológicas e innovativas del aparato productivo nacional.
Repensar vinculación
universidad-empresa
Tomando en cuenta que los fondos Locti son aportes
empresariales, estos deben invertirse en el desarrollo de una actividad de
investigación e innovación cada vez más vinculada a las necesidades del aparato
productivo nacional. Esto implica repensar la vinculación universidad-empresa
para asumir la actividad productiva como eje dinámico que guía los procesos de
generación, transferencia, difusión y uso de conocimientos científicos y
tecnológicos.
Ahora bien, la mejora
incremental y radical de los productos, procesos productivos y sistemas de organización
de la producción, distribución y comercialización requiere relanzar el
compromiso de la empresa con el buen uso de sus aportes Locti. Asimismo, se
necesita una
reforma de la ley a fin de permitir la inversión directa de los aportes que
hacen las empresas en el fortalecimiento de su productividad. Esta reforma
contribuiría a generar una abundante producción a buenos precios de los bienes
y servicios que se requieren para satisfacer holgadamente las necesidades
básicas y esenciales de toda la población.
@victoralvarezr
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