Por: Víctor Álvarez R.
A
comienzos de 1983, Venezuela estaba al borde del colapso. En una desesperada
maniobra para evitar la debacle cambiaria en pleno año electoral, el gobierno
de LHC ordenó transferir al BCV los recursos del Fondo de Inversión de Pdvsa
que estaban depositados en los EE.UU. Esta decisión recrudeció las tensiones entre
la tecnocracia de Pdvsa y la dirigencia política de la IV República,
escenificadas en las frecuentes confrontaciones entre el presidente de Pdvsa y
el Ministro de Energía y Minas. Para evitar que el gobierno nuevamente echara
mano a los recursos de la compañía, en lugar de mantener activos líquidos, los gerentes
petroleros decidieron invertir afuera todos los fondos. Comenzó así la
internacionalización de Pdvsa, como estrategia para evitar que las ganancias de
la empresa fueran transferidas al fisco.
Ya
para entonces la tecnocracia de Pdvsa había consolidado un sólido control del
negocio petrolero que le permitía retar a la dirigencia política de la IV
República, tal como lo hizo en contra del Presidente Chávez cuando paralizaron
y sabotearon la industria. Incluso CAP II hizo un intento fallido por detener
la política de internacionalización de Pdvsa y no solo se opuso a la compra del
50% restante de Citgo, sino que ordenó vender la misma. Pero se impuso el
criterio de la tecnocracia bajo el supuesto peligro de que la refinería fuera
comprada por un competidor del petróleo venezolano en el mercado
estadounidense. Así, las ganancias generadas por Citgo, lejos de contribuir con
el fisco nacional, quedaron sometidas al severo régimen tributario
estadounidense.
Con
el argumento de transformar el petróleo pesado en productos de valor agregado
que generaran un mayor ingreso para la Nación, se continuó la compra de
refinerías en el exterior. Así fue como se adquirieron la Veba Oil, Citgo y
otras refinerías que no solo se encontraban en avanzado estado de obsolescencia
tecnológica, sino que además fueron diseñadas para procesar petróleos livianos
y no los crudos pesados que abundan en el subsuelo venezolano. De hecho, según
la memoria y Cuenta del Ministerio
de Petróleo, en 2013 Citgo procesó apenas 30% de petróleo nacional y el 70%
restante fue comprado a precios de mercado en otros países, sobre todo a México,
mientras que el crudo nacional es transferido con descuentos que afectan los ingresos de
la casa matriz y los dividendos que ésta debe pagarle al Estado como su único
dueño.
En Venezuela los crudos livianos y medios se están
agotando. Las reservas probadas son fundamentalmente de petróleo pesado, por lo
que en apenas unos años Citgo no podrá refinar petróleo venezolano. Su
reconversión tecnológica exigiría una inversión millardaria, lo que hace mucho
más rentable invertir estos recursos en nuevas refinerías en los países BRICS
(Brasil, India, China) y de América Latina, en las que se procesen los crudos
pesados de Venezuela. Además, hay que tener en cuenta que los EE.UU. trabajan
en una nueva estrategia energética a largo plazo, sustentada en el desarrollo
de fuentes alternas de energía y en los nuevos petróleos de lutitas, lo que
impone una razón adicional para diversificar los mercados.
Estas razones nos permiten concluir que mantener Citgo no será un buen negocio para Venezuela. @victoralvarezr
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