Por: Víctor Álvarez R.
En los violentos
disturbios que sacudieron recientemente al país, diferentes líderes y
gobernantes de América Latina -aliados de la Revolución Bolivariana-,
recomendaron un gobierno de coalición para aislar a los factores violentos y antidemocráticos.
A las sugerencias públicas de Lula, siguieron los consejos de Rafael Correa y
Pepe Mujica de corregir los errores de política económica, a fin de estimular
la inversión y reactivar la producción. Incluso Unasur envió cancilleres para facilitar
ese proceso de diálogo.
La crisis política
luce hoy superada, más no así la crisis económica. La inacción gubernamental -al
no tomar las medidas cambiarias, fiscales, monetarias y de precios que tiene al
alcance de la mano para corregir los desequilibrios macroeconómicos- castigan
la actividad productiva y agravan los problemas de escasez, acaparamiento,
especulación e inflación que tanto malestar causan en la población. El gobierno
luce paralizado por sus contradicciones internas y por la manipulación de los
sectores de izquierda y derecha que aterran a la gente diciendo que viene un programa
de shock, a la usanza de los impuestos por el FMI. Los factores de la oposición,
en lugar de asumir un liderazgo propositivo favorable a la adopción de las medidas
para superar la crisis económica, se empeñan en una guerra de desgaste que -si
bien potencia el referendo revocatorio-, haría inviable un gobierno de la
oposición, ante la gravedad de los problemas económicos que heredarían.
Una postura sensata
de ambas partes llevaría a retomar el diálogo político para acordar un gobierno
de coalición, con un programa básico que detenga el deterioro de la economía y así
evitar que éste se convierta en el detonante de una nueva crisis de
gobernabilidad, con creciente conflictividad social que sería aprovechada por
la derecha fascista para buscar las muertes que sirvan de pretexto para un
golpe de Estado. La represión generalizada activaría una férrea resistencia
popular que un eventual gobierno de la oposición -electo en las urnas- no podría
controlar y, en consecuencia, tampoco podría gobernar.
El gobierno tiene que
evitar el desgaste que significa encarar un referendo revocatorio y la
oposición debe contribuir a sanear la economía, si quiere alimentar sus
esperanzas de gobernar en un clima de paz social. La solución de los problemas
económicos revitalizaría las probabilidades del gobierno para su reelección en las
elecciones de 2019, y también incrementaría las probabilidades de aquella parte
de la oposición que no está pensando en salidas violentas, sino que tiene la
mira puesta en las elecciones parlamentarias y presidenciales. De allí la
conveniencia para ambos de crear los consensos necesarios para sincerar el
precio de la gasolina, unificar el régimen de cambios, aprobar la reforma
fiscal, retomar la disciplina monetaria y reorientar los incentivos de política
económica en favor del aparato productivo nacional. La aplicación de este
conjunto de medidas tendría un impacto positivo sobre la mayoría de la
población, toda vez que no se trata de un
ajuste antipopular que genera pobreza y exclusión, sino de corregir los errores
de la política económica que ponen en peligro la gobernabilidad. @victoralvarezr
No hay comentarios:
Publicar un comentario