viernes, 12 de septiembre de 2014

¿Devaluación o reforma fiscal?


Por: Víctor Álvarez R.

En Venezuela, la sobrevaluación del tipo de cambio y la baja presión fiscal han sido dos de los mecanismos más utilizados para distribuir la renta petrolera, con el consiguiente sacrificio de los ingresos fiscales que supone un precio del dólar por debajo de la tasa de equilibrio y una menor recaudación de tributos. En lugar de utilizar la política fiscal como un mecanismo para lograr una redistribución progresiva del ingreso, en Venezuela lo que ha predominado es la distribución de la renta petrolera para compensar la inequidad en la distribución del ingreso y financiar el presupuesto nacional. De allí que la política tributaria no haya ejercido mayores presiones sobre el sector privado, a través del cobro de impuestos a un nivel semejante al de otros países.

¿En qué consiste la Revolución Fiscal?

El gobierno nacional anunció una Revolución Fiscal que ha activado las alarmas en el sector empresarial, toda vez que se propone un aumento de la recaudación tributaria, en lugar de poner el énfasis en la disciplina fiscal. Consideran que nuevos impuestos sobre las empresas puede desincentivar aún más la inversión.

En Venezuela la presión fiscal sobre la empresa privada es muy baja si se le compara con otros países. Mientras en América Latina los gobiernos de orientación neoliberal que conceden una amplia gama de exenciones, exoneraciones y otros incentivos fiscales a la inversión, logran recaudar entre 25%-30% del PIB, en Venezuela la recaudación fiscal no petrolera apenas llega al 15% del PIB. Por eso, una vez más se plantea la reforma fiscal para lograr que la contribución de los privados sea semejante a su aporte en otros países. 

Esta reforma tiene que partir por perfeccionar la recaudación de los tributos ya existentes como el IVA y el ISLR. El abanico de medidas va desde el alza de la unidad tributaria y el ajuste de los timbres fiscales hasta el incremento de las alícuotas del ISLR, pasando por la reactivación del IDB, del Impuesto a las Transacciones Financieras, del Impuesto al Lujo y un aumento de los impuestos a licores y cigarrillos. Debe incluir la eliminación de las exenciones y exoneraciones del arancel de aduanas que no se justifican, así como la corrección de los subsidios regresivos a la gasolina, electricidad, gas y agua que favorecen a sectores residenciales de alto consumo, los cuales no necesitan que se les subsidie nada. Otra fuente importante de recaudación se encuentra en la reactivación del cobro de peajes en la red vial.

¿Es viable la Revolución Fiscal?

La viabilidad social y económica de la reforma debe ir acompañada de una reducción significativa del IVA, así como de la presión parafiscal que imponen las contribuciones establecidas en las leyes de ciencia y tecnología, deporte, drogas y otras contribuciones a la cultura, economía comunal, turismo, etc. cuya sumatoria hace que esta carga parafiscal sea mucho mayor que en Venezuela que otros países.  

La viabilidad y sostenibilidad de la Reforma exige cambiar la política fiscal pro-cíclica al control de los ciclos económicos. La gestión fiscal se ha empeñado en aumentar el gasto público cuando aumenta el ingreso petrolero y recortar el presupuesto cuando cae la renta, en lugar de ahorrar en tiempos de bonanza para compensar los tiempos de escasez.

El gobierno no está capacidad de seguir subsidiando de manera indefinida y sin condiciones empresas del Estado que no son estratégicas ni rentables. Es absurdo que empresas que generan crecientes pérdidas cancelen millardarias sumas de dinero por concepto de bonos a la productividad, meritocracia y dividendos, cuando lo que dan es pérdidas. La solución pasa por activar un esquema de incentivos asociados a la mejora del desempeño empresarial y de un programa de reconversión laboral para transformar la burocracia improductiva en nuevos emprendedores. Solo así se podrá impulsar la transformación de la cultura rentista que pretende vivir de ingresos que no son fruto del esfuerzo productivo, en una nueva cultura sustentada en el valor del trabajo: “de cada quien según su capacidad y a cada cual según su trabajo”.

La devaluación con fines fiscales

En Venezuela, la devaluación suele ser el mecanismo al cual se apela para corregir el déficit fiscal. Como el Estado es el perceptor del mayor porcentaje del ingreso en divisas, le resulta fácil venderlas a un precio mayor y automáticamente obtiene ingresos extraordinarios que le permiten corregir el déficit, sin atacar las verdaderas causas del deterioro fiscal asociadas a los desequilibrios macroeconómicos y sectoriales.

La estabilización del precio del petróleo aunado al estancamiento de la extracción del crudo, al irracional subsidio a la gasolina y al creciente consumo en plantas termoeléctricas, ha mermado el ingreso fiscal petrolero,  a la vez que se mantiene un creciente gasto público. Esto ha desembocado en un déficit fiscal superior al 10% del PIB.

Una vez más el modelo rentista acusa señales de agotamiento. Si el gobierno logra incrementar la recaudación de impuestos, unificar las múltiples tasas de cambio en torno a 25 Bs/$ y sincerar el precio de la gasolina, en conjunto estas medidas permitirían generar ingresos superiores al 12% del PIB. Así se corregiría de raíz el déficit fiscal, en lugar de seguir financiándolo con emisiones de dinero inorgánico en un mercado con crecientes índices de escasez, lo cual agrava la inflación, eleva la demanda de divisas escasas, hace crecer la brecha entre la tasa de cambio oficial y el paralelo, y mantiene viva la especulación cambiaria y de precios que tanto malestar causan en la población. @victoralvarezr

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