Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
La política de apertura y distensión de Obama hacia Cuba
tiene en EE.UU. poderosos enemigos internos, particularmente en la fracción
republicana en el Congreso, quienes cuestionan lo que consideran una grave
debilidad y entrega de Obama. La oposición de los republicanos se radicalizará
con el fin de lograr ostensibles compensaciones a cambio del levantamiento
formal del embargo a Cuba.
En efecto, como el reinicio de las relaciones diplomáticas no
significa el fin automático del bloqueo contra Cuba -el cual es un mandato de
las leyes Torricelli y Helms-Burton que solo pueden ser derogadas por el
Congreso-, Obama quiere despejar la oposición de los republicanos que controlan
la mayoría parlamentaria a cambio de sanciones más severas contra Venezuela.
De allí
que no se pueda descartar de plano que la declaración de Venezuela como
“amenaza extraordinaria e inusual” sea el preámbulo de sanciones más severas
que cierren el margen de actuación del gobierno de Venezuela. En
adelante, Washington no desaprovechará ningún pretexto para aplicar las
sanciones que esta declaración permite contra un país que ha sido declarado
“amenaza extraordinaria e inusual”. Sobre todo si por esa vía logra el apoyo
parlamentario que necesita para derogar las leyes que soportan el bloqueo
económico a Cuba.
A medida
que se desmonte el Bloqueo, el gobierno cubano no podrá justificar los errores
de las políticas internas. Por esta razón, Cuba acelera la modernización de su
modelo económico. El parlamento cubano aprobó un nuevo marco legal para la
inversión extranjera y los ministros del gobierno han desplegado una intensa
actividad por países de Europa y Asia para promover las nuevas oportunidades de
inversión. Esto también ha influido en la decisión de los EE.UU. que -para no
terminar desplazados por las inversiones europeas o asiáticas- han dado el paso
de normalizar las relaciones diplomáticas y propiciar un mayor flujo de
inversiones para aprovechar las oportunidades que la isla ofrece en la
extracción de níquel, energía, infraestructura y turismo.
Si con
el petróleo a 90 $/b en Venezuela ha habido escasez de divisas, al caer a menos
de 60 $/b -que es el precio estimado en el Presupuestado 2015- los problemas de
desabastecimiento, escasez, acaparamiento y especulación se agravarán. Para
evitar un creciente malestar social en un año electoral, el gobierno tendrá que
adecuar los acuerdos de cooperación energética a las nuevas restricciones
presupuestarias. Ante tal escenario, Cuba podría dejar de recibir 100 mil
barriles diarios de petróleo y esto tendría un impacto semejante al que sufrió
la isla en 1991, cuando colapsó el bloque socialista y dejó de recibir el 100%
del petróleo que le enviaba la URSS.
Sin energía
el descalabro de la economía cubana fue inevitable y engendró una severa crisis
social que se expresó en el éxodo de miles de cubanos en pequeñas balsas
artesanales que con frecuencia naufragaban en las aguas del Mar Caribe. Una
crisis semejante es la que ahora el gobierno de Raúl Castro quiere evitar. Al revisar los convenios de cooperación energética, Cuba recibirá un volumen
decreciente de petróleo y esto gradualmente se traducirá en menos médicos y
técnicos, que es lo que a cambio envía Cuba a Venezuela.
A EE.UU. le
ha preocupado sobremanera la influencia y liderazgo que Venezuela ha ejercido
en la nueva integración latinoamericana. Ahora que los precios del petróleo se
han desplomado, Washington saca cuentas y tiene la certeza de que Venezuela no
podrá mantener al mismo nivel los convenios de cooperación energética y poco a
poco irá recortando el suministro y adecuando las condiciones de pago a las
actuales restricciones presupuestarias. Por eso se anticipa y para ir montando la escena,
el Secretario de Estado, John Kerry, advierte que "Si Petrocaribe llegara
a caer debido a los acontecimientos en Venezuela, podríamos acabar con una
grave crisis humanitaria en nuestra región". Así, el gobierno de los EE.UU. se propone aprovechar la debacle de los
precios del petróleo para neutralizar la "petro-diplomacia
bolivariana" y su gran influencia en los países que forman parte de
PetroCaribe, el Alba, Unasur y la Celac.
Como se
sabe, Venezuela exporta 100.000 barriles diarios a los países de Petrocaribe por
un monto de más de 4.000
millones de dólares. De esa factura, 40 % se paga en bienes y servicios y el
60% se financia a 15-20 años a 2% de interés. Esa política de cooperación tan
solidaria y generosa fue imperceptible para la población venezolana en un
contexto de altos precios del petróleo y abundancia de divisas. Pero ahora que
los precios del petróleo han colapsado y el ingreso petrolero se ha reducido a
un tercio del que había cuando se lanzó el acuerdo de cooperación energética,
el país ya no puede soportar el sacrificio que representa recibir como parte de
pago mercancías que se pueden producir internamente y posponer a 20 años el
cobro de las divisas que necesita para cubrir el componente importado, pagar la
deuda externa y las indemnizaciones pendientes por las expropiaciones
realizadas.
Para debilitar y dar al traste
con este programa de integración energética, EE.UU. ha ofrecido a los países de Centroamérica y Caricom compensar las
dificultades de PetroCaribe con un programa de cooperación energética, pero a
cambio de un mayor aislamiento internacional del gobierno de venezolano. Sin
importar las consecuencias que pueda tener sobre Petrocaribe, Guyana ha iniciado la
exploración de un bloque marítimo cuya zona superior está claramente en aguas
territoriales venezolanas. La posición de Caricom
en la tensa relación de Venezuela con Guyana será la prueba de fuego para
definir hasta qué punto este esquema de cooperación energética está consolidado
y no puede ser vulnerado.
En respuesta a este afán por aislar a Venezuela, el país
está recibiendo un creciente apoyo internacional a través del Movimiento de los
Países No Alineados y de los gobiernos latinoamericanos que forman parte de la
Aba y Unasur, el cual seguramente será ratificado en los marcos de la Celac y
en la Próxima Cumbre de las Américas, prevista para el mes de abril en Panamá. La presencia de Unasur
como facilitador del diálogo y distensión nacional hoy más que nunca es
necesaria para impedir la desestabilización contra un gobierno que ha sido uno
de los principales promotores de la nueva integración latinoamericana que hoy pretende
ser debilitada y desarticulada.
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