viernes, 31 de julio de 2015

Del rentismo importador a la industrialización exportadora


Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias

Los análisis superficiales explican los problemas y conflictos de­rivados del modelo extractivista-rentista como una simple adicción a las divisas subsidiadas, sin referirse al conflicto histórico entre los diferentes actores económicos, sociales y políticos por captar el mayor porcentaje del plusvalor internacional contenido en la renta petrolera. A favor de quien se oriente su distribución dependerá en gran medida del interés que representen los sujetos que logran controlar la estructura del Estado.

Los hechos concretos en Venezuela y América Latina demuestran que el extractivismo-rentista se prolonga incluso bajo gobiernos progresistas y de izquierda que, si bien han reivindicado la soberanía nacional sobre los recursos naturales, profundizan la actividad extractiva justificando que la renta obtenida se destinará a la inversión social. Y así, la suerte de nuestros pueblos se debate entre las crisis de abundancia y las crisis de escasez.

Los actuales problemas de desabastecimiento, escasez, acaparamiento y especulación derivados de la precariedad del aparato productivo interno y de los retrasos en la liquidación de divisas para importar, renuevan la necesidad de impulsar la construcción de un nuevo modelo productivo que facilite la transición sin traumas al post-extractivismo, haciendo innecesaria la explotación intensiva del petróleo que, en años de alza de los precios y auge rentístico, se traduce en una desmesurada inyección de petrodólares a la economía. Definitivamente, no hemos sabido lidiar con las crisis de abundancia para mantener bajo control las patologías inherentes al ADN de una economía rentista, razón por la cual  después de cada bonaza petrolera son más los problemas que quedan como legado que los que estructuralmente se terminan de resolver.

Obviamente no se trata de decretar arbitrariamente el fin del extractivismo, cerrando intempestivamente los pozos  petroleros y las minas, sino de planificar la reducción gradual de las actividades extractivas, a la vez que se impulsa la construcción de un nuevo modelo productivo capaz de sustituir importaciones, diversificar las exportaciones y asegurar la soberanía alimentaria y productiva. 

La conformación del PIB venezolano es muy precaria. En la última década ha caído la contribución de la agricultura y la industria, que son sectores básicos para lograr la soberanía productiva, mientras que ha subido el peso del comercio, las finanzas y los servicios, acentuando la dependencia de los suministros importados. La estructura sectorial del PIB aún está lejos de reflejar la conformación de una economía que asegure una inserción soberanía del país en la economía mundial. La agricultura apenas aporta el 4 % del PIB, cuando debería estar en al menos 12 %, si se quieren lograr los objetivos de seguridad y soberanía alimentaria; la industria apenas aporta el 13 % del PIB, cuando los estándares internacionales concuerdan que la manufactura debería contribuir al menos con el 20 % del PIB para considerar que un país se ha industrializado.

Al desagregar el análisis por sectores se evidencia que la tasa de crecimiento interanual del sector manufacturero siempre ha sido menor que la del PIB, lo cual significa que la industria ha venido perdiendo importancia relativa en la conformación del producto, pasando de 18.8% en 1999 a solo 13 en el 2014. El PIB depende cada vez más del comercio y los servicios -particularmente del comercio importador y los servicios financieros-, lo cual acentúa los rasgos de una economía rentista cada vez más dependiente de las importaciones y actividades especulativas. En adelante, se impone incentivar un PIB con más calidad, sustentado en la agricultura, la industria, la construcción y el turismo como sectores que pueden sustituir importaciones, generar abundante empleo y activar nuevas fuentes de divisas.

La transformación de la economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo requiere el diseño de un nuevo régimen cambiario que debe ir complementado con otras decisiones en materia de política fiscal, monetaria, de precios y sobre todo con el diseño de una política agrícola, industrial y tecnológica que permita fortalecer la calidad, productividad y competitividad del aparato productivo. La transformación de una economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo exportador comenzará a concretarse a medida que las necesidades en divisas de los diferentes sectores económicos puedan ser cubiertas por el ingreso que estos mismo generen con sus exportaciones de bienes y servicios con un creciente valor agregado nacional. De allí la importancia de avanzar hacia una nueva política cambiaria que determine el precio de la divisa en un nivel que exprese la verdadera productividad del aparato productivo nacional y evite el fenómeno de la sobrevaluación que ha causado el sesgo anti-exportador y pro-importador de la economía venezolana. Es así como será posible impulsar la transición del rentismo importador a una nueva industrialización exportadora.

 

 

 

 

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