Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
Los análisis superficiales explican los
problemas y conflictos derivados del modelo extractivista-rentista como una
simple adicción a las divisas subsidiadas, sin referirse al conflicto histórico
entre los diferentes actores económicos, sociales y políticos por captar el
mayor porcentaje del plusvalor internacional contenido en la renta petrolera. A
favor de quien se oriente su distribución dependerá en gran medida del interés
que representen los sujetos que logran controlar la estructura del Estado.
Los hechos concretos en Venezuela y
América Latina demuestran que el extractivismo-rentista se prolonga incluso
bajo gobiernos progresistas y de izquierda que, si bien han reivindicado la
soberanía nacional sobre los recursos naturales, profundizan la actividad
extractiva justificando que la renta obtenida se destinará a la inversión
social. Y así, la suerte de nuestros pueblos se debate entre las crisis de
abundancia y las crisis de escasez.
Los actuales problemas de
desabastecimiento, escasez, acaparamiento y especulación derivados de la
precariedad del aparato productivo interno y de los retrasos en la liquidación
de divisas para importar, renuevan la necesidad de impulsar la construcción de
un nuevo modelo productivo que facilite la transición sin traumas al
post-extractivismo, haciendo innecesaria la explotación intensiva del petróleo que,
en años de alza de los precios y auge rentístico, se traduce en una desmesurada
inyección de petrodólares a la economía. Definitivamente, no hemos sabido
lidiar con las crisis de abundancia para mantener bajo control las patologías inherentes
al ADN de una economía rentista, razón por la cual después de cada bonaza petrolera son más los
problemas que quedan como legado que los que estructuralmente se terminan de
resolver.
Obviamente no se trata de decretar
arbitrariamente el fin del extractivismo, cerrando intempestivamente los
pozos petroleros y las minas, sino de
planificar la reducción gradual de las actividades extractivas, a la vez que se
impulsa la construcción de un nuevo modelo productivo capaz de sustituir
importaciones, diversificar las exportaciones y asegurar la soberanía
alimentaria y productiva.
La conformación del PIB venezolano es muy precaria.
En la última década ha caído la contribución de la agricultura y la industria,
que son sectores básicos para lograr la soberanía productiva, mientras que ha
subido el peso del comercio, las finanzas y los servicios, acentuando la
dependencia de los suministros importados. La estructura
sectorial del PIB aún está lejos de reflejar la conformación de una economía
que asegure una inserción soberanía del país en la economía mundial. La
agricultura apenas aporta el 4 % del PIB, cuando debería estar en al menos 12
%, si se quieren lograr los objetivos de seguridad y soberanía alimentaria; la
industria apenas aporta el 13 % del PIB, cuando los estándares internacionales
concuerdan que la manufactura debería contribuir al menos con el 20 % del PIB
para considerar que un país se ha industrializado.
Al desagregar el análisis por sectores se evidencia
que la tasa de crecimiento interanual del sector manufacturero siempre ha sido
menor que la del PIB, lo cual significa que la industria ha venido perdiendo
importancia relativa en la conformación del producto, pasando de 18.8% en 1999
a solo 13 en el 2014. El PIB depende cada vez más del comercio y los servicios
-particularmente del comercio importador y los servicios financieros-, lo cual
acentúa los rasgos de una economía rentista cada vez más dependiente de las
importaciones y actividades especulativas. En adelante, se impone incentivar un PIB con más calidad, sustentado en la
agricultura, la industria, la construcción y el turismo como sectores que
pueden sustituir importaciones, generar abundante empleo y activar nuevas
fuentes de divisas.
La transformación de la economía rentista e
importadora en un nuevo modelo productivo requiere el diseño de un nuevo
régimen cambiario que debe ir complementado con otras decisiones en materia de
política fiscal, monetaria, de precios y sobre todo con el diseño de una
política agrícola, industrial y tecnológica que permita fortalecer la calidad,
productividad y competitividad del aparato productivo. La transformación de
una economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo exportador
comenzará a concretarse a medida que las necesidades en divisas de los
diferentes sectores económicos puedan ser cubiertas por el ingreso que estos
mismo generen con sus exportaciones de bienes y servicios con un creciente
valor agregado nacional. De allí la importancia de avanzar hacia una nueva política
cambiaria que determine el precio de la divisa en un nivel que exprese la
verdadera productividad del aparato productivo nacional y evite el fenómeno de
la sobrevaluación que ha causado el sesgo anti-exportador y pro-importador de
la economía venezolana. Es así como será posible impulsar la transición del
rentismo importador a una nueva industrialización exportadora.
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