viernes, 27 de mayo de 2016

El Referendo Revocatorio es la vía constitucional

Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias

El Referendo Revocatorio (RR) es la vía constitucional que tiene la ciudadanía para resolver pacíficamente una crisis de gobernabilidad. Si bien el proceso para activar el RR opera como una válvula de escape para transformar el creciente descontento en una esperanza de solución constitucional y democrática, obstaculizarlo puede exacerbar la indignación de la gente y transformarla en crecientes manifestaciones de agresividad y violencia que pueden llevar al país al borde de una conmoción social y de una crisis de gobernabilidad de peores proporciones a la que ya estamos sufriendo.

El Gobierno debe hacer una lectura correcta de las firmas recogidas por la MUD, toda vez que la cifra sobrepasa desmesuradamente el 1% del padrón electoral de 19.572.144 votantes, equivalente a 195.721 firmas. Ponerse a buscar pestañas en la sopa para hacer creer que la Oposición no recogió las firmas requeridas revela cuál va a ser su reacción cuando se conozcan los resultados del RR. Por eso, la catarsis que significó la recolección de las firmas se tensa nuevamente con la actitud ambigua de un CNE que no le habla claro al país.

Hay que garantizar que el RR no será entorpecido por las triquiñuelas de quienes se aferran al poder. El CNE debe garantizar el derecho al voto a la luz de lo establecido en los artículos 63, 64 y 293 de la CRBV, y 41 y 42 de la Ley Orgánica de Procesos Electorales para que sea el clamor nacional el que decida si quiere que Nicolás Maduro siga en la presidencia, o prefiere ir a elecciones para designar un nuevo mandatario. El CNE tiene que ser un árbitro neutral y no puede sucumbir ante las presiones ni de aquellos factores que pretenden saltarse los pasos legales en su afán de convocar cuanto antes el RR, ni de aquellos que a nombre del derecho que tienen de supervisar todos y cada uno de los  pasos del proceso, se obstinan en atravesar revisiones distintas a las estrictamente establecidas en las leyes, mucho menos si éstas validaciones pretenden ser ejecutadas por un personal ajeno al CNE. Al convalidar maniobras para adelantar o retrasar el RR y violentar los lapsos rigurosamente establecidos, el CNE pondría en duda la neutralidad, diligencia y pulcritud con la que condujo esta consulta popular.

El oficialismo quiere desalentar a los partidarios del RR argumentando que no dan los lapsos para realizarlo este año. Pero al obstaculizar el proceso le tiende la alfombra a los violentos que deliran con una gran confrontación final para definir quién es quién. Si Nicolás Maduro quiere concluir en paz su período presidencial, en lugar de ponerle trabas al RR, lo que tiene que hacer es poner en marcha un conjunto de eficaces políticas y estrategias para erradicar la escasez, el acaparamiento, la especulación, la inflación, la inseguridad, la crisis eléctrica y el racionamiento de agua y así revertir el creciente descontento popular. Pero Maduro se empeña en atribuir esta problemática única y exclusivamente a la guerra económica, sin reconocer la cuota de responsabilidad que tienen las desviaciones y errores de su política económica.

Nicolás Maduro está preso de una parálisis paradigmática que le impide tomar las medidas eficaces para frenar el acelerado deterioro de la situación económica, social y política que afecta al país. Y su inercia es agravada por una nomenklatura enquistada en el poder que ha hundido al Gobierno en un fango de incapacidades, conflictos de intereses y complicidades. Si se prolonga la inacción y estos terribles flagelos se siguen agravando, el Gobierno seguirá perdiendo el apoyo del pueblo, incluyendo las bases que se declaran de izquierda, socialistas y revolucionarias, quienes consideran que Maduro dilapidó el enorme capital político que Chávez le legó y terminó dando al traste con la esperanza que una vez la Revolución Bolivariana representó.

Ciertamente, el Gobierno luce desbordado por la grave crisis económica y cada vez más desacreditado por frecuentes casos de corrupción. Estos escándalos involucran a altos cargos que, al ser personal de confianza, deberían ser los garantes de la transparencia y pulcritud de la gestión gubernamental. Sin embargo, muchos funcionarios han sido descubiertos in fraganti en delitos de corrupción. Y otros que no han sido apresados, desertaron para entregarse como testigos protegidos y han revelado pruebas que involucran a importantes funcionarios del Gobierno, cuestión que ha contribuido a desmoralizar las bases de apoyo social que sufren los estragos de la crisis económica. Sobre todo porque la gente de a pie se siente víctima de las privaciones y sufrimientos que el Gobierno atribuye a los programas de ajuste económico del FMI, pero sin que haya aplicado ningún recetario de medidas para poner fin al deterioro económico. Por el contrario, a pesar de las penurias que la atormentan, la única certeza que tiene la gente es que cada mes, cada semana, cada día, la situación se pone peor.

La creciente angustia abona la falsa expectativa de que basta con revocar a Maduro para que al día siguiente el país amanezca mejor. Pero llevará tiempo reconstruir el aparato productivo nacional en medio del colapso de los precios del petróleo, los fuertes pagos de la deuda externa y las indemnizaciones por expropiaciones que el país debe encarar si quiere recuperar la confianza y tener acceso al financiamiento internacional que necesita para reactivar la economía y superar los problemas de desabastecimiento y alto costo de la vida.

En lugar de embarcar al país en el desgaste de un RR, Gobierno y Oposición pudieron haber concertado una agenda de interés nacional para complementar las capacidades y recursos de los poderes ejecutivo y legislativo en función de sacar al país de la crisis. Pero la mayoría opositora en la AN prefirió lanzar un grito de guerra al Gobierno, sentenciando que en seis meses le pondría fin a su mandato. Y el Gobierno, en lugar de dar un paso táctico llamando a un Gobierno de Coalición para evitar la activación del RR, se acuarteló en una rabiosa y torpe defensa que le ha impedido rectificar y reinventarse para prolongar su esperanza de vida. Nicolás Maduro todavía tiene tiempo para convocar un Gobierno de Coalición, ya no tanto para corresponsabilizar a la Oposición en el manejo de la crisis, sino más bien para compartir con ella el mérito de haber evitado el estallido de una conmoción social y de una crisis de gobernabilidad. Pero para eso se necesita que al Gobierno y la Oposición los guíen la fortaleza de la humildad y la grandeza que solo la sabiduría otorga. ¿La tendrán?  @victoralvarezr

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