viernes, 27 de mayo de 2016

Para el Gobierno el Referendo Revocatorio si se hace es malo, pero si no se hace es peor

Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias

En Venezuela hay una crisis de gobernabilidad económica que se expresa en los problemas de escasez, acaparamiento, especulación, inflación, crisis eléctrica y racionamiento de agua que azotan a la población. La política oficial plagada de controles se ha convertido en caldo de cultivo para la proliferación de prácticas discrecionales y arbitrarias del burocratismo corrupto que gana cada vez más espacios en el andamiaje institucional del Estado. El Gobierno luce cada vez más desacreditado por los frecuentes casos de corrupción que involucran a altos cargos. Estos, al ser personal de confianza, debieron ser garantes de la transparencia y pulcritud de la gestión gubernamental. Sin embargo, muchos han sido descubiertos in fraganti en delitos de corrupción. Y quienes no han sido apresados, han desertado para entregarse como testigos protegidos y revelar pruebas que involucran a importantes dirigentes y funcionarios del Gobierno.

En Venezuela hay una crisis de gobernabilidad social que se expresa en el creciente empobrecimiento de la población. Cada vez hay más dificultades para tener acceso a los alimentos, medicinas y demás bienes y servicios que se requieren para satisfacer las necesidades básicas y esenciales de una familia. La crisis hospitalaria, el colapso de los servicios de electricidad, agua y gas, la inseguridad y criminalidad atizan el descontento y malestar que se expresa en la intensificación de las protestas y saqueos a lo largo y ancho del territorio nacional, y ponen al país a las puertas de una conmoción social.

En Venezuela hay una crisis de gobernabilidad política que se expresa en el choque entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, en el cual el Tribunal Supremo de Justicia ha tomado partido a favor del primero, declarando como inconstitucionales las leyes que aprueba la AN. Por eso, el nuevo parlamento no ha sido capaz de ponerle límites al Gobierno y, por el contrario, luce apabullado y arrollado por el contubernio entre los poderes Ejecutivo y Judicial. El gran acuerdo que el electorado esperaba entre ambos poderes luego de las parlamentarias del 6-D no se logró debido a que desde su instalación el 5 de enero, la AN parece más preocupada por interrumpir el mandato de Nicolás Maduro que por impulsar una Agenda Legislativa Económica para salir de la crisis. La nueva directiva de la AN -en lugar de hacer un llamado a la complementación de ambos poderes en un marco de corresponsabilidad política-, optó por lanzar un grito de guerra y comenzar la cuenta regresiva de 6 meses que le pondría fin a la presidencia de Nicolás Maduro. La euforia amenazante de la Oposición y la torpeza defensiva del Gobierno se han combinado para desatar esta crisis de gobernabilidad política.

La ciudadanía habló duro el 6-D y provocó un cambio en la correlación de fuerzas con la esperanza de lograr decisiones concertadas entre los poderes ejecutivo y legislativo. El país se pronunció por un acuerdo para superar los problemas de desabastecimiento, alto costo de la vida e inseguridad. A raíz de los resultados de las elecciones parlamentarios se observó una mejoría en los índices emocionales positivos de la gente, tales como la esperanza y el optimismo. Pero como ni el Gobierno ni la Oposición han sabido interpretar el clamor nacional, los electores se sienten defraudados. Sus expectativas de cambio han sido defraudadas y por eso los indicadores emocionales nuevamente se han deteriorado al incrementarse la preocupación, el malestar, la frustración, el pesimismo y la desesperanza.

La dirigencia política no logra ponerse en sintonía con las demandas de los ciudadanos. El Gobierno, en lugar de tomar los correctivos necesarios para asegurar una eficiente gestión económica que ayude a superar el desabastecimiento y alto costo de la vida, le atribuye esta problemática a la guerra económica. Por eso los estudios de Hinterlaces concluyen que Maduro ha caído en una trampa cognitiva “viviendo una fantasiosa épica revolucionaria”. Por su parte, la Oposición apuesta a la inacción del Gobierno para acelerar el deterioro económico, agravar el malestar social y potenciar su aspiración política de derrotar a Maduro en el Referendo Revocatorio.

A todas estas, el Gobierno está atrapado en un círculo vicioso. El quid de la cuestión radica en los lapsos que la nomenklatura aferrada al poder quiere demorar para ampliar su esperanza de vida, aun cuando el mandato de Nicolás Maduro sea finalmente revocado. Si el Referendo Revocatorio se realiza después de los cuatro años, esa nomenklatura se mantendrá en el poder al precio de haber sometido al escarnio de la historia a Nicolás Maduro. Y quienes todavía no se reponen por no haber sido los escogidos para reemplazar al Comandante Supremo, se encargarán de endosarle toda la responsabilidad de su derrota y de execrarlo como líder del chavismo.

En lugar de inmolarse para mantener atornillada al poder a una nomenklatura burocratizada y corrupta que de todas formas lo terminará acusando de haber dilapidado el enorme capital político que Chávez le legó, Nicolás Maduro pudiera pasar dignamente a la historia de Venezuela como un mandatario que al ver la amenaza de caotización y violencia que se cierne sobre Venezuela, prefirió hacerse a un lado y renunciar para que el pueblo al que tanto ama y en el que tanto confía sea quien resuelva de manera constitucional, democrática y pacífica la crisis que azota a la Nación. Incluso, en el escenario de una renuncia, ante las dificultades que tendría la Oposición para escoger un candidato de consenso para las presidenciales que se realizarían en 30 días, el oficialismo, aún diezmado, potenciaría la opción de triunfo de su candidato al enfrentar a una Oposición dividida que dispersaría sus votos en dos o más candidaturas. 

Pero si el oficialismo decide medirse antes en las elecciones de gobernadores para retrasar el Referendo, las encuestas revelan que perdería la mayoría de las gobernaciones. Por lo tanto, si el Revocatorio se realiza después de los comicios regionales, la paliza que recibiría el oficialismo sería de tal magnitud que le quitaría respaldo y legitimidad al Vicepresidente para que concluya el período presidencial. Esto agravaría aún más la crisis de gobernabilidad y finalmente obligaría al presidente encargado a renunciar para convocar elecciones presidenciales y dejar que sea la ciudadanía la que escoja un nuevo mandatario. Para el oficialismo, el Referendo Revocatorio si se hace es malo, pero si no se hace es peor. @victoralvarezr

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