Víctor Álvarez R. / Director del Proyecto Pedagogía Económica y Electoral
Seguimos teniendo un gobierno rentista pero sin renta.
Los subsidios como instrumento de redistribución tienen por objeto mejorar el
ingreso de las familias, son un instrumento de la política social y requieren
una administración adecuada para evitar que su mala aplicación profundice la
desigualdad. Pero en Venezuela, un buen porcentaje de los subsidios no
beneficia a los sectores populares, sino a grupos sociales que no los
necesitan, lo cual genera una mayor inequidad.
El ejemplo más patético es el susidio a los
combustibles que favorece más a los sectores de mayores ingresos que no
necesitan que se les subsidie nada y, por lo tanto, convalidan una
redistribución regresiva del ingreso. En lugar de mantener un escandaloso
subsidio a la gasolina, se debería sincerar el precio del combustible y destinar
el monto adicional que se recaude a subsidiar la modernización y ampliación del
transporte público. Para evitar que la medida sea utilizada como pretexto para
subir las tarifas de transporte público o fletes de carga, se mantendría
subsidiado el diésel para ese tipo de transporte.
En Venezuela, los subsidios son la reminiscencia de
una cultura rentista que pretende vivir de ingresos que no son resultado del
esfuerzo productivo. Lo que en esencia es una política populista, suele ser
presentada como una defensa de las conquistas populares. En condiciones de una
creciente renta petrolera, estos subsidios poco significaban en el presupuesto
nacional, pero en las nuevas condiciones de escasez cuestan mucho, se pagan con
inflación e incrementan la inequidad.
Muchos de los actuales subsidios se pagan con inflación y resultan antipopulares. Corregir los efectos no deseados de la política de subsidios exige evaluar permanentemente dónde se están invirtiendo los recursos y qué resultados están arrojando. Sin embargo, a pesar de que ya no se cuenta con la abundante renta petrolera que en el pasado permitió financiarlos, muchos subsidios se mantienen y cubren con emisiones de dinero inflacionario.
Los subsidios empobrecedores deben eliminarse o
reorientarse. Para que sean eficientes y
efectivos en la lucha contra la pobreza, los subsidios deben aplicarse a la luz
de unos principios rectores básicos:
* Aunque
siempre será más difícil eliminar un subsidio que crearlo, éste debe ser transitorio y otorgarse solo mientras
dure la condición que le dio origen;
* Para no
desviar recursos escasos en favor de sectores pudientes, el subsidio debe estar
focalizado y canalizado directamente
a las personas que realmente los necesitan;
* Ante la
caída de la renta petrolera y las crecientes restricciones presupuestarias, los
subsidios tienen que ser económicamente
viables y no deben ejercer presiones deficitarias sobre la gestión fiscal.
Reforma fiscal: de la cultura rentista a la
tributaria
Los
impuestos, tasas y contribuciones tienen su razón de ser en la necesidad de
dotar al Estado de recursos financieros para poder ofrecer bienes y servicios
esenciales para la sociedad que no suelen ser ofrecidos por el sector privado. Sin
embargo, una presión tributaria desmesurada puede afectar el ritmo de la actividad
económica, el empleo y la distribución del ingreso.
Un
buen sistema tributario no es exitoso cuando la recaudación aumenta sino cuando
esos impuestos financian una inversión pública que crea un ambiente favorable
al desarrollo económico y social, pero esto no siempre es así. Cuando los
gobiernos no tienen fondos suficientes para financiar su gasto tienden a
imponer nuevos impuestos e incrementar la recaudación por encima del
crecimiento real de la actividad económica, y esto se revierte contra la
generación de riqueza y la distribución progresiva del ingreso.
Para corregir el déficit fiscal y erradicar su
financiamiento como emisiones de dinero inflacionario, Venezuela tiene que
evolucionar de la cultura rentista en la que todo lo pagaba el petróleo, hacia
una nueva cultura tributaria que exprese la corresponsabilidad empresarial y
ciudadana en el financiamiento del gasto público. Pero antes de la reforma
tributaria, el gobierno de turno está emplazado a racionalizar sus gastos,
focalizar los subsidios en la población más vulnerable, perfeccionar los
mecanismos de recaudación, y transformar los impuestos indirectos y regresivos
en impuestos directos y progresivos para así impulsar un desarrollo económico y
social sostenido que permitan superar el desempleo, la pobreza y la exclusión
social.
Pero
también los subsidios pueden distorsionar el comportamiento de la economía. El debate
sobre las consecuencias económicas, políticas, sociales y ambientales de los
exagerados subsidios al precio de la divisa, los combustibles, los servicios
públicos de agua, electricidad gas y peajes sigue siendo un tema pendiente en
Venezuela, cuya exigua renta petrolera ya no alcanza para pagarlo todo. Sin
embargo, a pesar de que el gobierno ya no cuenta con la abundante renta
petrolera del pasado, sigue subsidiando estos rubros con emisiones de dinero
inflacionario.
Tal es la mentalidad rentista que basta
cualquier discreto intento para sincerar el precio del dólar o de los
combustibles para que se desate todo tipo de críticas y resistencias ante esas
necesarias medidas de ajuste. Encarar con honestidad esta discusión demostrará
el grado de madurez de la sociedad y de responsabilidad de los candidatos a la
presidencia que no pueden seguir evadiendo las decisiones que hay que tomar con
el argumento del costo político-electoral que las mismas pueden generar.
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