viernes, 27 de septiembre de 2013

Anclaje cambiario, devaluación e inflación


Por: Víctor Álvarez R

En su propósito de combatir la inflación, la política cambiaria del Gobierno se ha basado en congelar el precio oficial del dólar durante varios años. Sin embargo, cuando la inflación local es sostenidamente mayor a la de los países con los cuales Venezuela concentra su comercio exterior, el tipo de cambio fijo termina convirtiéndose en un subsidio al dólar. Y esto se traduce en un subsidio a las importaciones que desplazan la producción nacional. Corregir esta problemática obliga a ajustar el tipo de cambio, pero como el componente importado se ha incrementado, la devaluación lo encarece, con lo cual se repite el círculo vicioso del anclaje cambiario: sobrevaluación-devaluación-inflación-sobrevaluación.

Evitar que la inflación anule el efecto deseado del ajuste cambiario requiere una política cambiaria dinámica y flexible, con ajustes periódicos en el precio oficial del dólar, así como una tasa de cambio preferencial para las exportaciones no petroleras, lo cual contribuirá a generar una oferta alternativa de divisas. Para que la política cambiaria tenga un efecto perdurable, debe ser complementada con decisiones en materia de política fiscal, monetaria, precios y, sobre todo, con el diseño de políticas sectoriales, agrícolas, industriales y tecnológicas.

Al encontrar una tasa de cambio que exprese la productividad real del sector transable de la economía, la política cambiaria podrá convertirse en un poderoso instrumento para inducir transformaciones estructurales en el aparato productivo. Así se podrán sustituir importaciones por producción nacional y estimular las exportaciones no petroleras, las cuales suelen estar muy castigadas por la creciente y prolongada sobrevaluación de la moneda nacional.

Para convertir la política cambiaria en un eficaz instrumento que facilite la inserción productiva de Venezuela en la integración latinoamericana, es necesario un tipo de cambio preferencial para los exportadores que colocan sus productos en aquellos países que son de importancia estratégica en la política exterior del Gobierno venezolano, como es el caso de los países que integran la  Alba y el Mercosur. El tipo de cambio de 6.30 Bs/$ expresa la productividad de la industria petrolera, pero no la de los demás sectores transables de la economía, particularmente de la agricultura y la industria, los cuales necesitarían un tipo de cambio más favorable para poder cubrir los crecientes costos que se derivan de una mayor inflación en Venezuela.
La posibilidad real de profundizar la transformación de una economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo exportador tiene mucho que ver con el manejo inteligente que se haga de la política cambiaria. Pero mientras el tipo de cambio se mantenga fijo en un contexto inflacionario, en el mercado paralelo la cotización de la divisa triplicará  la tasa de cambio oficial. Y esta creciente brecha es lo que estimula la insaciabilidad del dólar. Hasta ahora, lo que se evidencia es que el anclaje cambiario, al facilitar un dólar oficial a un precio mucho más barato que el que indica el mercado, lo que ha hecho es exacerbar los rasgos de una economía rentista que todo lo importa y poco produce.

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