viernes, 20 de junio de 2014

Propuesta 8 a la Comisión Económica para la Paz: cómo industrializar la economía


Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencia 2013

En la Comisión Económica para la Paz (CEP), los problemas relacionados con la liquidación oportuna de divisas que restringen la capacidad de importación deben ser vistos como una gran oportunidad para relanzar y reimpulsar el desarrollo industrial. Una vez más se ha revelado con toda su fuerza nuestra paradoja de ser un país rico en materias primas pero pobre en tecnologías para transformarlas en productos de mayor valor agregado. Impulsar la manufactura nacional es una necesidad que debemos reconocer, sobre todo si tenemos en cuenta el efecto multiplicador que el desarrollo de este sector es capaz de ejercer sobre otros sectores económicos dedicados a generar la oferta de bienes, servicios y empleos que se requieren para satisfacer las necesidades de la sociedad. La industrialización es la clave para transformar la economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo soberano y exportador. Este el gran reto que el país tiene plateado para superar los actuales problemas de escasez, acaparamiento y especulación que tanto malestar generan en la población.

Economía rentista e importadora 

Los auges del ingreso petrolero tienen un impacto negativo sobre el aparato productivo nacional. La renta confiere un extraordinario poder de compra externo que permite adquirir en el resto del mundo lo que se debería estar produciendo internamente. Esta tendencia se ve acentuada por el anclaje de la tasa de cambio que -en comparación con el tipo de cambio de mercado-, se revela como un subsidio al dólar que estimula la importación masiva de toda clase de bienes. Esta es la verdadera causa de que el mejor negocio en Venezuela siga siendo importar, en lugar de producir para sustituir importaciones o exportar.

La cultura rentística tiende a consumir, en lugar de invertir, el ingreso petrolero. En un contexto de abundancia de divisas, aun cuando resulte necesario diversificar la economía para alcanzar la soberanía productiva, este proceso no es urgente, toda vez que para conjurar los problemas de escasez se apela a la importación de los productos que deberían abastecerse con el esfuerzo productivo interno. A la mentalidad rentista siempre le será más fácil importar, en lugar de producir. Así, los factores que inhiben el crecimiento de la industria para satisfacer la demanda interna se agravan ante las permanentes importaciones que desplazan la producción nacional. Pero ahora que se ha estancado el ingreso petrolero y han surgido los problemas de escasez de divisas que limitan la capacidad para importar, hay que plantearse seriamente impulsar el desarrollo industrial.

Importamos porque no producimos y no producimos porque importamos

Salir de este círculo vicioso exige impulsar la industrialización de la economía nacional como un proceso que no puede quedar merced de las fuerzas ciegas del mercado. En la CEP se impone construir un gran acuerdo nacional para que los sectores público y privado complementen capacidades y recursos en función de impulsar la industrialización como un proceso concertado y bien planificado. Solo así se podrá lograr un rápido desarrollo de las capacidades productivas y tecnológicas dedicadas a transformar materias primas en insumos básicos, bienes intermedios y productos de consumo final, con el fin de satisfacer las crecientes demandas y necesidades del aparato productivo nacional y de la población. Con este fin, el gobierno puede ofrecer una gama de incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras gubernamentales, suministro de materias primas, capacitación productiva, asistencia técnica y fortalecimiento de las capacidades tecnológicas e innovativas al sector transformador, con la condición de que éste sustituya importaciones, diversifique las exportaciones no petroleras y genere empleo estable y bien remunerado.                                                                                       

La industrialización en una nueva estrategia económica

El impulso a la industrialización de la economía nacional requiere un adecuado manejo de la política macroeconómica y microeconómica, lo cual pasa por fijar un tipo de cambio que exprese la verdadera productividad de la economía no petrolera; una política arancelaria que desaliente las importaciones y favorezca la producción nacional y las exportaciones; así como incentivos fiscales y financieros para la inversión productiva y el fortalecimiento de las capacidades tecnológicas e innovativas. Al satisfacer la demanda interna con producción nacional se evitará que los ajustes en el tipo de cambio -que encarecen el componente importado y repercuten en la estructura de costos-, desborden las presiones inflacionarias.
A través de un aumento sostenido del grado de industrialización, la contribución de la actividad manufactura a la conformación del PIB se puede convertir en el eje dinamizador del desarrollo económico. En estos tiempos de desabastecimiento e inflación, la industrialización tiene que ser un objetivo estratégico de la CEP. Los sectores público y privado están llamados a construir los acuerdos básicos para lograr la soberanía alimentaria y productiva. Sin lugar a dudas, la industrialización de la economía es la mejor manera de generar empleos fructíferos, cuya remuneración tenga como contrapartida la producción de una abundante oferta de bienes y servicios que permitan derrotar la escasez, el acaparamiento y la especulación.

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