Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencia 2013
En la Comisión Económica para la Paz (CEP), los problemas relacionados
con la liquidación oportuna de divisas que restringen la capacidad de
importación deben ser vistos como una gran oportunidad para relanzar y
reimpulsar el desarrollo industrial. Una vez más se ha revelado con toda su
fuerza nuestra paradoja de ser un país rico en materias primas pero pobre en tecnologías
para transformarlas en productos de mayor valor agregado. Impulsar la
manufactura nacional es una necesidad que debemos reconocer, sobre todo si
tenemos en cuenta el efecto multiplicador que el desarrollo de este sector es
capaz de ejercer sobre otros sectores económicos dedicados a generar la oferta
de bienes, servicios y empleos que se requieren para satisfacer las necesidades
de la sociedad. La industrialización es la clave para transformar la economía rentista
e importadora en un nuevo modelo productivo soberano y exportador. Este el gran
reto que el país tiene plateado para superar los actuales problemas de escasez,
acaparamiento y especulación que tanto malestar generan en la población.
Economía rentista e importadora
Los auges del ingreso petrolero tienen un impacto negativo sobre el aparato
productivo nacional. La renta confiere un extraordinario poder de compra
externo que permite adquirir en el resto del mundo lo que se debería estar
produciendo internamente. Esta tendencia se ve acentuada por el anclaje de la
tasa de cambio que -en comparación con el tipo de cambio de mercado-, se revela
como un subsidio al dólar que estimula la importación masiva de toda clase de
bienes. Esta es la verdadera causa de que el mejor negocio en Venezuela siga siendo
importar, en lugar de producir para sustituir importaciones o exportar.
La cultura rentística tiende a consumir, en lugar de invertir, el
ingreso petrolero. En un contexto de abundancia de divisas, aun cuando resulte
necesario diversificar la economía para alcanzar la soberanía productiva, este
proceso no es urgente, toda vez que para conjurar los problemas de escasez se
apela a la importación de los productos que deberían abastecerse con el
esfuerzo productivo interno. A la mentalidad rentista siempre le será más fácil
importar, en lugar de producir. Así, los factores que
inhiben el crecimiento de la industria para satisfacer la demanda interna se agravan
ante las permanentes importaciones que desplazan la producción nacional. Pero
ahora que se ha estancado el ingreso petrolero y han surgido los problemas de escasez de divisas que
limitan la capacidad para importar, hay que plantearse seriamente impulsar el
desarrollo industrial.
Importamos porque no producimos y no
producimos porque importamos
Salir de este círculo vicioso exige impulsar la industrialización de
la economía nacional como un proceso que no puede quedar merced de las fuerzas ciegas del mercado. En la CEP se
impone construir un gran acuerdo nacional para que los sectores público y
privado complementen capacidades y recursos en función de impulsar la
industrialización como un proceso concertado y bien planificado. Solo así se
podrá lograr un rápido desarrollo de las capacidades productivas y tecnológicas
dedicadas a transformar materias primas en insumos básicos, bienes intermedios
y productos de consumo final, con el fin de satisfacer las crecientes demandas
y necesidades del aparato productivo nacional y de la población. Con este fin,
el gobierno puede ofrecer una gama de
incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras
gubernamentales, suministro de materias primas, capacitación productiva,
asistencia técnica y fortalecimiento de las capacidades tecnológicas e
innovativas al sector transformador, con la condición de que éste sustituya
importaciones, diversifique las exportaciones no petroleras y genere empleo
estable y bien remunerado.
La industrialización en una nueva estrategia económica
El impulso a la industrialización de la economía nacional requiere un
adecuado manejo de la política macroeconómica y microeconómica, lo cual pasa
por fijar un tipo de cambio que exprese la verdadera productividad de la
economía no petrolera; una política arancelaria que desaliente las
importaciones y favorezca la producción nacional y las exportaciones; así como
incentivos fiscales y financieros para la inversión productiva y el
fortalecimiento de las capacidades tecnológicas e innovativas. Al satisfacer la
demanda interna con producción nacional se evitará que los ajustes en el tipo
de cambio -que encarecen el componente importado y repercuten en
la estructura de costos-, desborden las presiones
inflacionarias.
A través de un aumento sostenido del grado de
industrialización, la contribución de la actividad manufactura a la
conformación del PIB se puede convertir en el eje dinamizador del desarrollo
económico. En estos tiempos de desabastecimiento e inflación, la industrialización tiene que ser un objetivo
estratégico de la CEP. Los sectores público y privado están llamados a
construir los acuerdos básicos para lograr la soberanía alimentaria y
productiva. Sin lugar a dudas, la industrialización de la economía es la mejor
manera de generar empleos fructíferos, cuya remuneración tenga como
contrapartida la producción de una abundante oferta de bienes y servicios que
permitan derrotar la escasez, el acaparamiento y la especulación.
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