Víctor
Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
Las traiciones hicieron de Chávez un hombre
desconfiado e intolerante con la crítica, la cual interpretaba como una señal
de debilidad, la incubación de una próxima traición. La perfidia cometida por
Juan Vicente Gómez -que se quedó con la Presidencia cuando su compadre Cipriano
Castro lo dejó encargado mientras éste atendía su enfermedad-, lo persiguió
como un fantasma y siempre pensó que lo mismo a él le podía suceder. Por eso
nunca dejó interino al Vicepresidente, ni siquiera cuando se ausentó para no
volver debido a su mortal enfermedad.
Chávez se preciaba de conocer muy bien a su
ganado, lo repetía una y otra vez. Sabía de las ambiciones de sus más cercanos
colaboradores, de sus celos, envidias y mezquindades, de las intrigas
palaciegas. Estaba claro del cisma que podía generar en sus propias filas si en
lugar de dejar encargado a Diosdado, escogía a Rafael; o si prefería a Jorge en
vez de Elías. Ninguno de ellos se tragaría que el otro hubiese sido el ungido. Por
eso eligió al más potable para los cuatro, al menos ambicioso, al que jamás le
pasó por la cabeza ser el sucesor del Comandante Supremo.
Agravado el letal padecimiento
y solo ante la certeza de que había llegado a la antesala del no retorno, fue
cuando el líder máximo sentenció: en caso
de presentarse una causa sobrevenida, voten por Nicolás. Pero con aquel
llamado, Chávez no se rendía ante el cáncer que lo devoraba. Como todo paciente
de gravedad estaba aferrado a la esperanza de sobrevivir, dispuesto a librar la
épica final contra la enfermedad. En el peor de los casos, imaginaba una suerte
como la de Fidel: limitado físicamente, pero vivo y lúcido, con capacidad
mental para seguir gobernando detrás del trono. Sin embargo, no quería un
sucesor con ínfulas de Raúl Castro, que finalmente se le rebelara para darse su
puesto y gobernar con voz propia. Por eso necesitaba escoger a aquel con las
mejores credenciales de obediencia, lealtad e incondicionalidad. A quien una
vez sentado en la silla no se le subiera el cargo a la cabeza y, por el
contrario, sintiera el orgullo de ser el ejecutor de las decisiones del
Comandante Supremo.
¿Embalsamar su cadáver o disecar su legado?
Pero el arduo sufrimiento finalmente
silenció al Líder. Y le tocó al desconcertado heredero echarse al hombro la
tarea, sin mentor, sin conductor. ¿Y ahora quién podrá ayudarme? Quiso embalsamar su cadáver para mantener al alcance de los
ojos devotos la presencia venerable, cuando los oráculos venidos de aquella
porción de tierra rodeada de agua le contaron que Lenin fue embalsamado en 1924
y su cadáver se exhibe en el mausoleo de la Plaza Roja de Moscú; que Stalin
también lo fue al morir en 1953; que en Corea del Norte los restos mortales de
Kim Il-Sung son mostrados a millares de norcoreanos que estallan en llanto
cuando ven al querido presidente, gran líder y sabio conductor; que en China el
cuerpo de Mao Tse-tung reposa en el mausoleo de la plaza Tiananmen; y que en
Vietnam Ho Chi Minh fue embalsamado, aunque había pedido ser incinerado.
Hay que prolongar su presencia como un símbolo visual
para que te ilumine en el ejercicio del poder. Será el culto a su personalidad
la fuente de mitos, leyendas y milagros que te ayudará a preservar el apoyo del
pueblo, ahora en tu condición de heredero del trono… hay que embalsamar su
cadáver… le dijeron.
Y al no poder
embalsamar su cadáver, juró defender el Legado de Chávez como una reliquia
sagrada, preservando incólumes todas y cada una de las decisiones tomadas por
el líder histórico de la Revolución Bolivariana. Así fue disecando una a una las
políticas heredadas: los controles de cambio y de precios quedaron petrificados,
el dólar barato fosilizado, rancia la gasolina regalada y el Fonden terminó
también embalsamado.
Un secreto a voces dice
que le tocó encarar el shock de quienes aún no se reponen por no haber sido los
escogidos, y en solo 30 días medirse en la
contienda de la que por estrecho margen se salvó de ser defenestrado. A todas
estas, las circunstancias cambiaron y los altos precios
del petróleo que surtieron las barajas para levantar el castillo de naipes
colapsaron. Al populismo clientelar ya no le fue posible financiar la ilusión
de prosperidad ni derrochar más con el pretexto de pagar la deuda social
heredada de la IV.
Sin embargo, el pregón oficial
promete que aunque los precios de los crudos lleguen a cero, siempre habrá recursos
para mantener las misiones sociales, las viviendas prestadas, las bolsas de
comida, las nóminas repletas para que el INE siga diciendo que el desempleo baja
aunque el PIB caiga. Al parecer la nomenklatura no ha entendido que con la
contracción de la economía cayó también la recaudación de ISR y que para
estirar sus menguados ingresos cada vez son más los venezolanos de a pie que no
piden la factura para ahorrarse el pago del IVA. Y todo esto merma cada vez más
la recaudación fiscal que se requiere para cumplir con las promesas de campaña.
Pero no se preocupe Presidente que para
eso está el BCV, allí está la máquina de hacer billetes y solo falta enviar la
orden para que impriman el dinero que hace falta. Y los que critican y
dicen que eso genera inflación, esos son unos monetaristas neoliberales discípulos
del Milton Friedman, aquel que asesoró a Pinochet.
Sin comprender la
necesidad de adecuarse a los nuevos tiempos de restricciones presupuestarias y
escasez, se impuso la inacción que fosilizó el Legado de Chávez. A pesar de
tantos Ministerios del Poder Popular, el pueblo pobre hoy se mira al espejo y
se descubre despojado de los medios que hacen posible la preservación de la
vida. Por eso es azotado por la escasez, el acaparamiento, la especulación y la
inflación. Así, el escogido para salvaguardar las conquistas sociales de la
Revolución terminó siendo el principal responsable de la actual debacle que ya
tuvo su primer termómetro en las elecciones parlamentarias del 6-D. Lo sabían los candidatos que se escondieron detrás de la estampa del
Comandante Supremo y minaron al país con afiches y vallas: Voten por Chávez que
en las parlamentarias ganará Chávez. Pero sin el carisma y liderazgo arrasador
de quien les levantaba la mano, la suerte ya estaba echada y la aplastante
derrota fue la crónica de una muerte anunciada. Y de empeñarse en prolongar la inercia y hacer más de lo mismo, esa derrota
se reeditará en mayor proporción en cualquier nueva medición electoral.
El neo-rentismo socialista tiene sus días contados
El neo-rentismo
socialista como espejismo de progreso y prosperidad funcionó a la perfección
mientras los precios del petróleo estuvieron altos y proveyeron la renta
necesaria para financiar el populismo clientelar como instrumento de
dominación. Pero al confundir estatizar con socializar, los populistas
neo-rentistas cavaron su propia fosa, porque ni los trabajadores ni la comunidad
se sintieron verdaderos copropietarios sociales de las empresas expropiadas que
terminaron secuestradas y quebradas por el burocratismo, el pseudosindicalismo
y la corrupción.
Al destruir la economía
capitalista si haber creado simultáneamente una eficaz economía socialista, la
nomenklatura gobernante llevó al país por el atajo perfecto que lo condujo a la
escasez, el acaparamiento y la especulación. Y ahora que no hay petrodólares
para importar, ni producción nacional, el desabastecimiento se agrava, las
necesidades básicas y esenciales de la gente no se pueden satisfacer y cada vez
son más largas las colas que hay que sufrir y padecer, lo cual pulveriza su
base de apoyo clientelar. Al pueblo se le mantiene neutralizado buscando comida
y medicinas, y ha terminado siendo víctima de esa otra parte del pueblo que en
su afán de sobrevivir se dedica a bachaquear y especular, en vez de protestar y
luchar.
El discurso oficial atribuye
esta tragedia a la guerra económica y
teje una narrativa en la que confronta dos modelos antagónicos. Sabiendo que
“un pueblo sin educación es instrumento ciego de su propia destrucción”, la
argucia gubernamental apela a la eterna lucha entre el bien y el mal. Por un
lado, la economía buena y solidaria, subsidiada por el Gobierno, con redes
públicas de comercialización de alimentos, medicinas, electrodomésticos,
automóviles, etc. donde el PVP que mide el BCV para calcular la inflación siempre
está por debajo de los costos, pero donde estos bienes nunca se consiguen, a
menos que se pague a los gorgojos y bachaqueros mayores un sobreprecio o
comisión. Tan así es, que el propio Gobierno con frecuencia anuncia el
desmantelamiento de mafias de funcionarios corruptos que desvían hacia las
redes de contrabando y especulación los productos subsidiados que no llegan al
pueblo. Al otro lado de esta narrativa está la maléfica economía capitalista,
son los malos de la película que solo tienen afán de lucro, de ganancias
desmedidas, donde pugnan empresarios, emprendedores, contrabandistas,
acaparadores y especuladores que se enfrentan en desiguales condiciones a los
operativos gubernamentales y a los tropeles de fiscalización que hacen del río
revuelto ganancia de pescadores.
Tras la pirotecnia del
falso discurso revolucionario, la nomenklatura atornillada al poder hace
gárgaras con las palabras “patria”, “pueblo”, “independencia”, “soberanía”, desacreditan
al socialismo y -al enterrarlo como esperanza de libertad, justicia y
emancipación- crean las condiciones para la contrarrevolución neoliberal. Pero
cómo dijo alguien, “puedes engañar a todo el mundo algún tiempo, puedes engañar
a algunos todo el tiempo, pero no puedes engañar a todo el mundo todo el
tiempo”. El neo-rentismo socialista, como modelo de dominación que crea una
falsa idea de prosperidad con su populismo clientelar, definitivamente está
agotado y tiene los días contados. @victoralvarezr
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