Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
El chavismo descontento considera que los errores
de Maduro están pulverizando el Legado de Chávez, mientras que el pensamiento
crítico leal y comprometido con la Revolución cuestiona que su inacción a la
hora de corregir los errores -que también forman parte del Legado-, es la que
está sepultando la esperanza de construir la nueva sociedad.
Cuando murió Chávez, Maduro quiso embalsamar su cadáver para mantener al alcance
del pueblo la presencia del Comandante Supremo. Por presiones familiares no prosperó la intención de embalsamar sus
restos morales y se optó por su siembra en el Cuartel de la Montaña. Pero
Maduro juró defender su Legado como una reliquia sagrada, preservando incólumes
todas y cada una de las decisiones tomadas por el líder histórico de la
Revolución Bolivariana. Así fue disecando una a una las políticas heredadas:
los controles de cambio y de precios quedaron petrificados, el dólar barato
fosilizado, rancia y ruinosa la gasolina regalada, las empresas estatizadas
están quebradas y embalsamadas, el Fonden es apenas un cascarón vacío.
Pero
el voluntarismo empedernido no permite entender que las circunstancias cambiaron, que los altos precios del petróleo
colapsaron, que ya no es posible financiar la ilusión de prosperidad. Sin
embargo, promete que aunque los precios del petróleo leguen a cero están
garantizadas las misiones sociales, las viviendas prestadas, las bolsas de
comida. Sin comprender la urgencia de ajustarse a las restricciones
presupuestarias, prolonga los errores de la política económica que no se
notaban tanto en los tiempos de abundancia.
El neo-rentismo socialista, como espejismo de progreso y prosperidad,
funcionó a la perfección mientras los precios del petróleo estuvieron altos y
proveyeron la renta necesaria para financiar la inversión social. Pero al no
transformar la economía rentista en un nuevo modelo productivo, el derrumbe de
la renta petrolera reveló la inviabilidad de un estilo de gobierno acostumbrado
a gastar todo el ingreso y a no ahorrar nada. Con la contracción del PIB por
segundo año consecutivo ha caído la recaudación de ISR, y para estirar sus
menguados ingresos cada vez son más las personas naturales y jurídicas que no
piden la factura para ahorrarse el pago del IVA. Todo esto merma la recaudación
fiscal que el gobierno requiere para cumplir sus promesas de campaña. La agonía
de la abundancia solo se prolonga gracias a la sumisión del BCV que puso a la
orden del gobierno la máquina de hacer
billetes, sin reparar en el voraz impacto inflacionario que tiene el
financiamiento del déficit fiscal con emisiones de dinero sin respaldo.
El Legado confundió estatizar con socializar y le dejó una bomba de tiempo al
sucesor. Las empresas expropiadas terminaron quebradas por el burocratismo, el
pseudosindicalismo y la corrupción. Así, ni los trabajadores ni la comunidad se
sintieron verdaderos copropietarios sociales ni dolientes de las empresas
secuestradas. Al destruir la economía capitalista sin haber creado
simultáneamente una eficaz economía socialista, la fosilización del Legado empujó
al país por el atajo perfecto que lo condujo al desabastecimiento. Y ahora que
no hay petrodólares para importar ni producción nacional para compensar, la
escasez, el acaparamiento y la especulación se agravan, cada vez son más largas
las colas que la gente tiene que padecer y esto pulveriza la base de apoyo
social.
El discurso oficial atribuye esta tragedia a la guerra económica y
teje una narrativa en la que confronta dos modelos antagónicos. Por un lado, la
economía buena y solidaria, subsidiada por el Gobierno, con redes públicas de
comercialización de alimentos, medicinas, electrodomésticos, automóviles, etc.
donde el PVP que mide el BCV para calcular la inflación siempre está por
debajo de los costos, pero donde estos bienes nunca se consiguen, a
menos que se pague a los gorgojos y bachaqueros mayores un sobreprecio o
comisión. Tan así es, que el propio Gobierno con frecuencia anuncia el
desmantelamiento de mafias de funcionarios corruptos que desvían hacia las
redes de contrabando y especulación los productos subsidiados que no llegan al
pueblo. Al otro lado de esta narrativa está la maléfica economía capitalista,
son los malos de la película que solo tienen afán de lucro, ambición de
ganancias desmedidas, y en la que meten en un solo saco a empresarios,
emprendedores, contrabandistas, acaparadores y especuladores que se enfrentan
en desiguales condiciones a los operativos gubernamentales y a los tropeles de
fiscalización que hacen del río revuelto ganancia de pescadores.
Así, el escogido para salvaguardar las conquistas sociales de la
Revolución, al disecar la política económica heredada de Chávez y no adecuar a
tiempo los asfixiantes controles de cambio y de precios que no sirvieron para evitar
la fuga de capitales ni la inflación, terminó siendo el principal responsable
de la actual debacle económica, social y política que ya tuvo su primer
termómetro en las elecciones parlamentarias del 6-D. Y de
prolongarse la inacción, esa derrota se reeditará en mayor proporción en
cualquier nueva medición electoral, incluyendo el Referendo Revocatorio.
La lealtad al dogma del Legado de Chávez sumió a Maduro en la inercia y
lo inhabilitó para corregir a tiempo los errores de la política económica
heredada. El Legado embalsamado de Chávez acelera el deterioro de la economía y
de las condiciones de vida de la población, generando un creciente malestar
social. Si Maduro no reacciona y no termina de dar un golpe de timón para
reinventar la política económica, pasará a la historia no como el que dilapidó
el Legado de Chávez, sino como el que no supo identificar y cancelar a tiempo
los pasivos ocultos en ese Legado, cuyo peso fue creciendo hasta finalmente
provocar la implosión de su gobierno. @victoralvarezr
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