jueves, 29 de septiembre de 2016

¿El canje de bonos de PDVSA conjura la amenaza de un default?

Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
El Ministro de Petróleo, Eulogio del Pino, propuso un intercambio de los bonos de Pdvsa que están por vencerse entre 2016-2017, por otro bono con vencimiento en 2020 y cupón de 8,50%. Con esta propuesta, busca aliviar los pagos de la compañía durante los próximos cuatro años. Este planteamiento para el canje voluntario de bonos excluyó al Pdvsa16 con vencimiento por $ 1 millardo en octubre, toda vez que ya ha sido recomprado por el Estado en más de un 50%. La oferta, entonces, se concentra en el Pdvsa17 con vencimiento por $ 3 millardos en abril de 2017 y el Pdvsa17N con vencimientos por $ 2.05 millardos en noviembre de 2016 y $ 2.05 millardos en noviembre 2017.
Para los inversionistas, este canje significa recibir un bono con un cupón mayor (Pdvsa17) o igual (Pdvsa17N), pero ahora con la garantía de Citgo. Así, contaría con una mejor cobertura ante un eventual default. Para conjurar este riesgo, los inversionistas pueden optar por el canje y garantizar su pago en 2020, una vez que las condiciones del mercado petrolero internacional hayan mejorado. Si la mayoría decide hacer el canje, Pdvsa puede liberar flujo de caja y el país tendrá un oxígeno de divisas para cubrir las importaciones esenciales.
¿Es sostenible el actual cronograma de pagos?
El colapso de los precios del petróleo, la prolongada contracción de la economía y los elevados costos financieros de la deuda externa hacen insostenible el actual ritmo de pagos en el corto y mediano plazo. Tendría que ocurrir el milagro de un nuevo auge rentístico, aunado a un exitoso programa de estabilización y reactivación económica, para que aumente el ingreso en divisas, baje el costo del financiamiento externo y así se pueda cancelar la deuda externa sin sacrificar la actividad productiva ni el consumo interno.
La voz oficial argumenta que la deuda externa (DE) venezolana es manejable según indicadores como DE/PIB o servicio deuda/PIB. Pero resulta que esos datos están muy distorsionados, toda vez que la conversión del PIB a dólares se sobreestima al dividir el PIB en bolívares a la tasa de cambio de 10 Bs/$ y no a 645 Bs/$. Obviamente, al dividir el mismo PIB en bolívares entre una tasa de cambio 64 veces mayor, el PIB en dólares resultante es mucho menor. Por lo tanto, el tamaño de la deuda externa se agiganta como proporción de un PIB ahora mucho menor.
Basta sincerar la tasa de cambio con la que se divide el PIB en bolívares para darse cuenta de que la deuda externa ya no resulta manejable. Adicionalmente, el cálculo DE/PIB se complica porque desde 2013 el BCV no publica la cifra oficial del PIB, cuyo monto real luce distorsionado por los controles de precios y los maquillajes de cifras que no reflejan el verdadero valor de la producción.
¿Cuál es la verdadera capacidad de pago?
Ante semejantes distorsiones, una pista de la capacidad de pago para mantener al día los próximos vencimientos de la deuda externa se puede obtener a la luz de la relación DE/exportaciones, o servicio de deuda/exportaciones. Estos datos aclaran la verdadera capacidad de pago del país y revelan que -más allá de la voluntad política que ha mostrado el actual gobierno de pagar puntualmente hasta el último dólar-, en el corto plazo cada vez hay menos margen para mantener el actual ritmo de pagos.
Las estadísticas indican que la deuda externa de Venezuela (bonos de la República y de Pdvsa), suma $ 123 millardos Esta cifra excluye la deuda con residentes que tiene Cadivi/Cencoex ($25 millardos), la deuda interna ($37 millardos) y las indemnizaciones por expropiaciones ($20 millardos). Las exportaciones de Venezuela han caído 75 % desde 2012 y si los precios del petróleo se estabilizan en 40 $/b este año, siendo optimistas, rondarán los $ 25 millardos. Por eso no hay suficientes divisas para cubrir las importaciones, pagar la deuda externa, honrar la deuda de Cadivi/Cencoex, ni cancelar las indemnizaciones ratificadas por el Ciadi.
Con el fin de liberar divisas para pagar la deuda externa, el gobierno ha reducido drásticamente  las importaciones, cuestión que ha contraído la actividad económica y provocado la más ruda escasez de alimentos y medicinas que se recuerde.
El actual gobierno apuesta a un recorte de la producción de la Opep para lograr un repunte de los precios del petróleo. Pero es poco probable que en el corto plazo se recupere la producción petrolera venezolana y que los precios de los crudos suban significativamente. Por lo tanto, el nuevo gobierno necesitará otras fuentes de financiamiento internacional para cubrir las importaciones de materias primas, insumos intermedios, maquinarias, equipos y tecnología que requiere la reactivación del aparato productivo.
La propia recuperación de la extracción petrolera requiere divisas que Pdvsa no está generando. Las finanzas de la compañía están castigadas no solo por el derrumbe de los precios del petróleo, sino también porque el mayor porcentaje de ese menguado ingreso en divisas Pdvsa lo tiene que vender a la irracional tasa de 10 Bs/$. Adicionalmente, soporta un ruinoso subsidio a la gasolina que representa –a precios internacionales- un costo de oportunidad de más de $ 14 millardos. Por si fuera poco, en el corto y mediano plazo tiene que responder a fuertes pagos de la deuda externa.
¿Qué pasaría si el gobierno decide restructurar toda la deuda externa?
Si el gobierno decide reestructurar toda la deuda externa para compartir el peso del ajuste con los acreedores, habría que medir muy bien las consecuencias de la forma como se ejecute esta decisión para que no resulte contraproducente. Sobre todo porque nadie le va a prestar a un gobierno que de forma unilateral decide no pagar la deuda externa por él mismo emitida.
Un default desordenado y caótico puede cerrar los caminos al financiamiento internacional que el gobierno necesita para financiar la importación de alimentos y medicinas, así como materias primas e insumos para reactivar el aparato productivo interno y erradicar la escasez, el acaparamiento y la especulación que atormentan a la población.
En el caso de Pdvsa, habría que revisar bien el marco legal que rige la materia, porque cuando se trata de reestructurar legalmente la deuda de una compañía, ésta tiene que declararse primero en bancarrota. La pregunta puede resultar descabellada y absurda pero hay que hacerla: ¿El gobierno declararía la quiebra de Pdvsa y le echaría la culpa a la guerra económica para forzar una reestructuración con descuento de la deuda externa de la compañía? Es obvio que no.
De cara al interés nacional, lo más responsable es medir muy bien las consecuencias de un impago. Las secuelas de no pagar serían muy caras para Pdvsa, cuyos activos en el exterior pudieran ser objeto de embargo por un Tribunal. Pdvsa tiene 44 tanqueros, 13 refinerías y cuentas bancarias que serían susceptibles de congelamiento y embargo. Esto representaría un grave daño patrimonial y la paralización de las exportaciones de crudo.
¿Haría default un gobierno de la MUD? ¿Se negaría a pagar la deuda externa heredada del chavismo? ¿Declararía la quiebra de Pdvsa y le echaría la culpa al gobierno anterior? ¿Qué tribunal va a aceptar que la empresa que administra los yacimientos de petróleo más grandes del mundo está quebrada?
Ciertamente, debido al colapso de los precios del petróleo, Venezuela está confrontando una severa crisis de liquidez, pero no es una economía insolvente. Como respaldo, Pdvsa y la República cuentan con las reservas de petróleo más grandes del mundo, además de importantes yacimientos de gas, oro, diamantes, hierro, bauxita, coltán y otros minerales que son muy bien cotizados en el mercado internacional debido a su importancia estratégica para la economía mundial.
¿Qué hacer para no cerrar las puertas del financiamiento internacional?
Los problemas de escasez de alimentos y medicinas que azotan a la población no se deben única y exclusivamente a la falta de divisas para importar. El desabastecimiento también es causado por los desincentivos que sufre la actividad agrícola e industrial que ha sido estrangulada por rígidos controles de precios y de cambios a lo largo de casi 14 años.
Con un programa de estabilización económica bien llevado es posible desmontar estas distorsiones, reactivar la producción nacional y superar los problemas de escasez sin tener que hundir a la Nación en las graves consecuencias que generaría el embargo de los activos de Pdvsa y el cierre de los mercados financieros ante un eventual impago de la deuda externa.
La unificación de la tasa de cambio a un nivel que exprese la verdadera productividad de la agricultura e industria, así como la sinceración de los precios para poder recuperar los costos de producción y obtener una ganancia razonable, coadyuvaría a reactivar la capacidad productiva ociosa y a reducir los índices de desabastecimiento y escasez.
La industria nacional opera a menos del 50% de su capacidad instalada y en la mayoría de los 4 millones de hectáreas que fueron expropiadas es poco lo que se produce. A medida que se reactive la agricultura e industria y se sustituyan importaciones por producción nacional, se liberarán divisas para pagar la deuda externa, sin condenar a la población al azote de la escasez, el acaparamiento y la especulación.
Sincerar el precio de la gasolina erradicaría el contrabando de extracción y el derroche del combustible en el mercado interno, generando un importante ahorro equivalente a 200 mil barriles diarios, cuyo costo de oportunidad equivale a $ 3 millardos a los precios actuales de 40 $/b. La racionalización del uso del combustible en el tráfico interno reducirá la emisión de gases de efecto invernadero que colocan a las ciudades venezolanas entre las más contaminantes de América Latina.
Una tasa de cambio que respalde la competitividad cambiaria contribuiría a recuperar las exportaciones no petroleras que, en su mejor momento, aportaron casi $  7 millardos. La unificación cambiaria en torno a la tasa Dicom de 645 Bs/$ le daría a Venezuela el siniestro privilegio de ser el país con la fuerza de trabajo más barata en América Latina. Pero esto no es un incentivo para atraer la inversión extranjera que prefiere países en los que se respeten los derechos de propiedad, funcionen los mecanismos del mercado, prevalezca un clima de paz laboral y se proteja y estimule la inversión. Estas son las verdaderas claves para atraer inversiones que ayude a recuperar la industria petrolera y reactivar la agricultura y manufactura nacionales. 
Para recuperar el acceso al mercado financiero internacional sin que se le imponga a la Nación un severo programa de shock con medidas draconianas y antipopulares, hay que tomar la iniciativa para corregir las graves distorsiones macroeconómicas y reactivar la economía  través de un conjunto de decisiones que aún se tienen al alcance de la mano. Esto implica:
        Convocatoria a los más competentes y prestigiosos formuladores de políticas
        Diseño de un Plan de Estabilización Económica con Bienestar Social
        Reinstitucionalización de los poderes públicos
        Seguridad jurídica y respeto a los derechos de propiedad
        Restablecimiento de los mecanismos del mercado
        Construcción de amplio consenso y sólido apoyo político y social
        Auditoría ciudadana y voluntad política para pagar la deuda legalmente adquirida

Sin lugar a dudas, para que mejore la percepción de los mercados sobre el futuro de la economía venezolana, el énfasis debe estar en enderezar las desviaciones y errores de la política económica. Al corregir los desequilibrios macroeconómicos y enviar las señales adecuadas sobre el nuevo marco legal e institucional que rige la actividad económica, los inversionistas nacionales y extranjeros se van a interesar en un país que cuenta con semejante potencial de recursos. Así los mercados financieros nuevamente se abrirán si tener que someter a la Nación a los efectos no deseados de un default. @victoralvarezr

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