viernes, 5 de julio de 2013

El modelo extractivista


Víctor Álvarez R.
El extractivismo es un modelo de acumulación basado en la obtención de una creciente renta por la explotación de recursos naturales y energéticos. Lleva a la dependencia de los países ricos en materias primas pero pobres en tecnología, los cuales se limitan a vender tales recursos en lugar de transformarlos industrialmente. Es un modelo depredador del ambiente toda vez que agota los yacimientos. En el caso de los recursos renovables, los extrae a un ritmo superior a la tasa de reposición. Causa enfermedades ocupacionales que afectan gravemente la salud pública y da lugar a un crecimiento desigual de los sectores económicos y regiones.

Este modelo impone un lógica de enclave. Su actividad está aislada del resto de la economía y tiene muy poco impacto sobre desarrollo endógeno. Coexisten sistemas de alta y baja productividad, baja densidad de empresas industriales por cada mil habitantes, poca diversificación e integración industrial y escasa complementariedad que se manifiesta en el alto componente importado y débil encadenamiento local.

Los países con fuerte arraigo extractivista dependen de la captación de renta y no del esfuerzo productivo para satisfacer sus necesidades. La abundancia de divisas tiende a sobrevaluar la moneda nacional. Así resulta más rentable importar que producir, razón por la cual los productores se transforman en importadores. Esta tendencia a importar desplaza a la producción nacional: importan porque no producen y no producen porque importan.

El Estado aprovecha la renta para transformarse en empresario. No construye alianzas con el sector privado ni crea nuevas empresas. Expropia las que existen e indemniza a sus propietarios. Esto reduce la base empresarial y, al no haber suficiente producción nacional, el Estado se convierte en importador para combatir la escasez y la especulación. La mala asignación de los factores productivos distorsiona la dinámica económica, el  comercio y los servicios tienden a cobrar más importancia que la agricultura y la industria, que son los sectores en los que descansa la soberanía productiva, al proveer los bienes que se requieren para satisfacer las necesidades de la población.

Los modelos extractivistas son el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de prácticas caudillistas, autoritarias y mesiánicas. Al ser el Estado el dueño de las riquezas del subsuelo y del ingreso rentístico, esto crea una base objetiva para centralizar el poder político y facilita un uso discrecional de los recursos. No hay demandas de transparencia y eficiencia en el uso de los fondos públicos, sino presión de grupos de poder para captar renta. La cooptación debilita la participación ciudadana. Se multiplica el clientelismo y se usa la renta para neutralizar presiones, más no se alteran las relaciones de poder.  

La apología a las cuantiosas reservas crea una ilusión de prosperidad, una sensación de seguridad. Pero se mantiene la vulnerabilidad fiscal por la alta dependencia del ingreso rentístico. Esto hace crisis cuando los precios de los recursos naturales se desploman, ya no ingresa la misma cantidad de divisas y los gobiernos se ven en la obligación de devaluar, generando así inflación, desempleo, pobreza y exclusión.

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