Víctor Álvarez R.
El extractivismo es un modelo de acumulación basado en la obtención de
una creciente renta por la explotación de recursos naturales y energéticos. Lleva
a la dependencia de los países ricos en materias primas pero pobres en
tecnología, los cuales se limitan a vender tales recursos en lugar de
transformarlos industrialmente. Es un modelo depredador del ambiente toda vez
que agota los yacimientos. En el caso de los recursos renovables, los extrae a
un ritmo superior a la tasa de reposición. Causa enfermedades ocupacionales que
afectan gravemente la salud pública y da lugar
a un crecimiento desigual de los sectores económicos y
regiones.
Este modelo impone un lógica de enclave. Su actividad está aislada del
resto de la economía y tiene muy poco impacto sobre desarrollo endógeno. Coexisten sistemas de
alta y baja productividad, baja densidad de empresas industriales por cada mil
habitantes, poca diversificación e integración industrial y escasa
complementariedad que se manifiesta en el alto componente importado y débil
encadenamiento local.
Los países con fuerte arraigo extractivista dependen de la captación de renta y no del esfuerzo productivo para
satisfacer sus necesidades. La abundancia de divisas tiende a sobrevaluar la
moneda nacional. Así resulta más rentable importar que producir, razón por la
cual los productores se transforman en importadores. Esta tendencia a importar
desplaza a la producción nacional: importan porque no producen y no producen porque
importan.
El Estado aprovecha la
renta para transformarse en empresario. No construye alianzas con el sector privado ni crea nuevas empresas. Expropia
las que existen e indemniza a sus propietarios. Esto reduce la base empresarial
y, al no haber suficiente producción nacional, el Estado se convierte en
importador para combatir la escasez y la especulación. La mala asignación de los
factores productivos distorsiona la dinámica económica, el comercio y los servicios tienden a cobrar más
importancia que la agricultura y la industria, que son los sectores en los que descansa
la soberanía productiva, al proveer los bienes que se requieren para satisfacer
las necesidades de la población.
Los modelos extractivistas son el caldo de cultivo perfecto para el
surgimiento de prácticas caudillistas, autoritarias y mesiánicas. Al ser el Estado
el dueño de las riquezas del subsuelo y del ingreso rentístico, esto crea una
base objetiva para centralizar el poder político y facilita un uso discrecional
de los recursos. No hay demandas de transparencia y eficiencia en el uso de los
fondos públicos, sino presión de grupos de poder para captar renta. La cooptación
debilita la participación ciudadana. Se multiplica el clientelismo y se usa la renta
para neutralizar presiones, más no se alteran las relaciones de poder.
La apología a las cuantiosas reservas crea una ilusión de prosperidad,
una sensación de seguridad. Pero se mantiene la vulnerabilidad
fiscal por la alta dependencia del ingreso rentístico. Esto hace crisis cuando
los precios de los recursos naturales se desploman, ya no ingresa la misma
cantidad de divisas y los gobiernos se ven en la obligación de devaluar,
generando así inflación, desempleo, pobreza y exclusión.
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