viernes, 5 de julio de 2013

El Neo-rentismo del siglo XXI


Escribe: Víctor Álvarez R.

En varios países de América Latina se observa un incremento considerable de las actividades extractivas y una disminución del peso de la industria en la conformación del PIB. Esta reprimarización de las economías está vinculada al impetuoso crecimiento de la economía china y su necesidad de asegurar a largo plazo proveedores de energía y materias primas que su pujante industria necesita.

El extractivismo es la fuente de una renta que no tiene como contrapartida el desarrollo de las actividades productivas internas. Esta renta no la pagan los factores nacionales sino los países consumidores del recurso que se exporta. La manera como se distribuye suele dar origen a sistemas de gobierno que alimentan una cultura clientelar y debilitan las instituciones y organizaciones sociales. Semejante ingreso permite neutralizar presiones y desactivar conflictos a través de un manejo cada vez más discrecional del mismo. Se va moldeando así una cultura rentista sustentada en la captura de un plusvalor internacional que luego es distribuido a favor de los factores económicos, políticos y sociales internos. Y estos últimos, en lugar de exigir transparencia y rendición de cuentas en el uso de la renta, se interesan más en captar la mayor tajada de ésta.

Los Estados neo-rentistas intensifican sus estrategias para maximizar el cobro de la renta y convertirla en una creciente fuente de recursos para financiar el presupuesto público. A diferencia de lo que ocurre en otros países donde se pecha con impuestos a los que más ganan para redistribuirlos en beneficio de quienes menos tienen, en los modelos neo-rentistas lo más importante no es la redistribución del ingreso que se genera a raíz del esfuerzo productivo, sino la distribución de la renta que se captura en el mercado internacional. La pugna por la distribución del ingreso entre los factores capital-trabajo queda amortiguada por el reparto que se hace de la renta, sin que ninguno de ellos se vea afectado por el pago de nuevos impuestos directos o indirectos. El mayor ingreso fiscal permite aumentar la inversión social sin afectar las transferencias al capital, ampliando así la base de apoyo al proyecto político dominante.

El principal obstáculo para superar el neo-rentismo es cultural. La ilusión de prosperidad se ve exacerbada cuando se certifican importantes reservas que pueden ser explotadas durante siglos. Esto brinda una sensación de autosuficiencia y seguridad que exacerba la cultura extractivista-rentista-consumista y posterga los esfuerzos por construir un modelo productivo que asegure independencia y soberanía. La cultura rentista que espera vivir de las transferencias del Estado debilita el valor del trabajo y el espíritu emprendedor. Cae la inversión productiva, se desintegra el tejido empresarial, el Estado pasa a ser el principal empleador y la gobernabilidad se logra a través de políticas asistencialistas y compensatorias que se financian con la renta. El neo-rentismo es el camino a la servidumbre de una sociedad sometida a un modelo de dominación que gradualmente se va imponiendo, gracias a la extraordinaria capacidad de financiamiento, mediatización y cooptación que otorga el abundante ingreso rentístico.

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