Escribe: Víctor Álvarez R.
En
varios países de América Latina se observa un incremento considerable de las
actividades extractivas y una disminución del peso de la industria en la
conformación del PIB. Esta reprimarización de las economías está vinculada al
impetuoso crecimiento de la economía china y su necesidad de asegurar a largo
plazo proveedores de energía y materias primas que su pujante industria
necesita.
El extractivismo es la fuente de una
renta que no tiene como contrapartida el desarrollo de las actividades
productivas internas. Esta renta no la pagan los factores nacionales sino los
países consumidores del recurso que se exporta. La manera como se distribuye
suele dar origen a sistemas de gobierno que alimentan una cultura clientelar y debilitan
las instituciones y organizaciones sociales. Semejante ingreso permite neutralizar presiones y desactivar conflictos a través de un manejo cada
vez más discrecional del mismo. Se
va moldeando así una cultura rentista sustentada en la captura de un plusvalor
internacional que luego es distribuido a favor de los factores económicos,
políticos y sociales internos. Y estos últimos, en lugar de exigir transparencia y rendición de cuentas en el uso de la
renta, se interesan más en captar la mayor tajada de ésta.
Los Estados
neo-rentistas intensifican sus estrategias para maximizar el cobro de la renta
y convertirla en una creciente fuente de recursos para financiar el presupuesto
público. A diferencia de lo que ocurre en otros
países donde se pecha con impuestos a los que más ganan para redistribuirlos en
beneficio de quienes menos tienen, en los modelos neo-rentistas lo más
importante no es la redistribución
del ingreso que se genera a raíz del esfuerzo productivo, sino la distribución de la renta que se captura
en el mercado internacional. La pugna por la distribución del ingreso entre los
factores capital-trabajo queda amortiguada por el reparto que se hace de la
renta, sin que ninguno de ellos se vea afectado por el pago de nuevos impuestos
directos o indirectos. El mayor ingreso fiscal permite aumentar la inversión social
sin afectar las transferencias al capital, ampliando así la base de apoyo al proyecto
político dominante.
El
principal obstáculo para superar el neo-rentismo es cultural. La ilusión de
prosperidad se ve exacerbada cuando se certifican importantes reservas que
pueden ser explotadas durante siglos. Esto brinda una sensación de autosuficiencia y seguridad que exacerba la cultura
extractivista-rentista-consumista y posterga los esfuerzos por construir un
modelo productivo que asegure independencia y soberanía. La cultura rentista
que espera vivir de las transferencias del Estado debilita el valor del trabajo
y el espíritu emprendedor. Cae la inversión productiva, se desintegra el tejido
empresarial, el Estado pasa a ser el principal empleador y la gobernabilidad se
logra a través de políticas asistencialistas y compensatorias que se financian con
la renta. El neo-rentismo es el camino a la servidumbre de una sociedad sometida
a un modelo de dominación que gradualmente se va imponiendo, gracias a la
extraordinaria capacidad de financiamiento, mediatización y cooptación que
otorga el abundante ingreso rentístico.
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