Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
En Venezuela, un litro de gasolina de 95
octanos cuesta Bs. 0,097, un centavo de dólar a la tasa de 6,30 Bs/$. En EE.UU
o la Unión Europea puede llegar a costar 2 $/litro. En países con gobiernos
progresistas y de izquierda como Bolivia, Ecuador, Uruguay o Nicaragua, el galón
de 3.78 litros cuesta $ 3.90, algo más que 1 $/litro. En estos últimos países
que tienen precios solidarios para la población, llenar un tanque de 60 litros
cuesta $ 60. Aquí, 60 litros x 0,097 Bs/litro sale en solo Bs 5,82, menos de 1
$ a la tasa de cambio de 6,30 Bs/$.
Si
asumimos como referencia el precio del combustible en países con gobiernos
progresistas, esto equivale en Venezuela a un subsidio de $ 60 cada vez que se
llena el tanque, lo cual ocurre en promedio una vez a la semana. Si
multiplicamos $ 60 por 52 semanas, resulta que por cada vehículo el propietario
recibe $ 3.120 de subsidio anual. Y si multiplicamos $ 3.120 por 5 millones de
vehículos particulares que circulan en el territorio nacional, el costo de
oportunidad –o lo que se deja de percibir- asciende a $ 15.600 millones.
Por si fuera poco, el Ministerio de Petróleo y Minería ha reconocido que más de cien mil
barriles diarios pierde Venezuela debido al contrabando de extracción. Cien mil
barriles por 365 días al año por 40 $/barril que es el precio del petróleo presupuestado
para el año 2016, indica que el país pierde $ 1.460 millones solo por el contrabando
de gasolina.
¿Cuánto debería costar el litro?
Según la Ley Orgánica de Precios Justos, un precio justo es aquel que
permite cubrir los costos y obtener una ganancia máxima de 30%. Según los
últimos datos que ofreció PDVSA en 2014, el costo de refinación era 2,75 Bs/litro y
los costos de transporte y distribución rondan 0,35 Bs/litro, para un total de
Bs 3,10 en costos. Si a esto sumamos 0,90 céntimos -equivalente al 30% de
ganancia-, esto indica que para aquel entonces el precio justo de la gasolina
no debería bajar de 4 Bs/litro.
Pero con una inflación de 200% en
2015, el precio de la gasolina debería ser al menos de 12 Bs/litro para poder
reponer los costos, aliviar las finanzas de Pdvsa y generar un margen de
ganancia que pueda ser invertido en la modernización y ampliación del
transporte público, de tal forma que el ajuste del precio del combustible, en
lugar de perjudicar a los sectores populares, más bien los beneficie al mejorar
y abaratar el transporte colectivo.
En comparación con los
precios en la frontera, 12Bs/litro seguiría siendo un precio muy barato que
seguiría estimulando el contrabando de extracción. Otra aproximación a un precio justo pudiera
lograrse con base en el precio promedio del combustible en los países de
Suramérica y, sobre esta base, sincerar el precio en un plazo de tres años. En
el primer año, el nuevo precio de la gasolina sería el 50% de ese precio
promedio suramericano, equivalente a 0,50 $/litro. Una vez que los sectores
populares hayan recibido el beneficio del transporte colectivo financiado con
las ganancias que genera el nuevo precio de la gasolina, en el segundo año el
precio del combustible se elevaría al 75% del promedio suramericano. Esto
generaría aún más recursos para ampliar la cobertura del transporte colectivo
hacia las urbanizaciones de la clase media, en el marco de un programa de
desautomovilización de las ciudades que contribuya a aliviar el colapso del
tráfico y a reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Finalmente, en
el tercer año, el precio de la gasolina en el mercado interno se elevaría al
90% del precio promedio en los países vecinos, lo cual haría poco atractivo el
contrabando de extracción, y generaría recursos adicionales para repotenciar la
vialidad del país. La conversión en bolívares del precio promedio en dólares se
haría a la nueva tasa de cabio oficial que surja, una vez que se unifiquen las
actuales tasas de Cencoex y Sicad.
Los temores del Gobierno
En medio de la más severa crisis de escasez, acaparamiento, especulación
e inflación que en Venezuela se recuerde, más de uno piensa que el aumento de la gasolina puede terminar siendo
el detonante de fuertes protestas populares,
semejantes a las del Caracazo. Como se recordará, aquellos conflictos estallaron como respuesta al programa de ajuste
macroeconómico que afectó severamente a los trabajadores y agravó los flagelos
de la pobreza y la exclusión social.
Una
inflación que ronda el 200% en el año 2015 pulverizó los salarios reales
y sentencia un incremento de la pobreza en términos absolutos y relativos. No hace falta que el
BCV o el INE publique los datos de inflación y pobreza para comprobar el
creciente deterioro y precarización de las condiciones de vida de los hogares
que viven de un ingreso fijo.
Por los supuestos impactos
sociales y costos políticos que se le atribuyen al aumento de la gasolina, el
Gobierno una y otra vez ha convocado a un debate para sincerar el precio de los
combustibles, sin llegar a tomar ninguna decisión. Si nuevamente la pospone, la
determinación de un precio justo para la gasolina y el destino de los recursos
que por este aumento se generen, podría ser sometido a un referendo consultivo
popular, tal como lo plantea el artículo 71 de la CRBV.
Si se deja claro que un porcentaje
de la recaudación por el aumento se destinará a la modernización y ampliación
de la flota de transporte público en todo el país, y que el precio de los
pasajes no se incrementará, la ciudadanía respaldará masivamente la decisión de
sincerar el precio de la gasolina, toda vez que se trata de reorientar hacia la inversión social un subsidio
regresivo que
favorece sobre todo a los que más tienen. Este escandaloso subsidio se ha
convertido en el principal incentivo no solo para el contrabando de extracción,
sino también para su despilfarro y consumo irracional que hace de las ciudades
venezolanas las de mayor emisión de gases de efecto invernadero en América
Latina. @victoralvarezr
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