viernes, 5 de febrero de 2016

Del caos surgirá un nuevo orden


Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias

En comparación con la votación alcanzada en las elecciones presidenciales que llevaron a Nicolás Maduro al poder, la abstención de casi dos millones de votos chavistas descontentos contribuyó al triunfo de la Oposición, la cual logró una votación semejante a la que obtuvo en aquellos comicios. Pero en las parlamentarias del 6-D, la ciudadanía ejerció el voto castigo contra un gobierno que no fue capaz de diseñar políticas y estrategias eficaces para reactivar la economía y superar los problemas de escasez, acaparamiento, especulación e inflación que continúan atormentando a la población. Y mientras el discurso oficial se dirija única y exclusivamente a los incondicionales, al llamado chavismo duro, y no se platee reconquistar el apoyo del chavismo descontento que se abstuvo, o de la clase  media que votó en contra, el 42 % de votos que sacó seguirá cayendo y esto seguramente se expresará en las elecciones de gobernadores previstas para finales de este año 2016.

El Gobierno atribuyó el resultado electoral a la guerra económica, la cual atacó con rígidos controles, operativos, multas y cárcel, sin corregir los errores de política económica que estimulan y facilitan el contrabando y la especulación. Solo 35% de los venezolanos aceptan la narrativa de la guerra económica como causa de la crisis que azota a la población. Pero el Gobierno se empeña en mantener este discurso y por eso está perdiendo la batalla en el imaginario colectivo, donde crece la convicción de que el país está en manos de una dirigencia que no es capaz de gobernar bien al país y se aferra al poder explotando la conexión afectiva y sentimental con Chávez. Así, mientras el madurismo pretende seguir viviendo de las glorias del chavismo, el pueblo lo que exige es la reactivación de la economía y la repotenciación de las decadentes misiones, como sustento de un nuevo discurso esperanzador que, en vez de una retórica pendenciera y quejumbrosa, asuma la autocrítica y se disponga a corregir sus propios errores. A diferencia del burocratismo enquistado en el Gobierno, el verdadero poder popular conformado por los movimientos sociales, obreros y campesinos cuestiona cada vez más la explotación y culto a la personalidad de Chávez y más bien busca resignificar su imagen para una nueva etapa de las luchas sociales.

El triunfo de la oposición en gran medida fue facilitado por los pésimos resultados de la política económica basada en rígidos controles de cambio y de precios, un permanente ataque a la iniciativa privada a través de expropiaciones, multas y encarcelamientos y un clima de creciente conflictividad y ausentismo laboral. Quiso el oficialismo asustar a elector con la amenaza de una Oposición dispuesta a desmontar los beneficios de los programas sociales. Paradójicamente, el propio Presidente Nicolás Maduro puso en duda la construcción de nuevas viviendas y exigió que se devolvieran los taxis y tabletas que fueron repartidos en la campaña electoral. Por su parte, la Oposición anunció que llevará a la Asamblea Nacional un Proyecto de Ley que otorga la propiedad de los apartamentos y casas a los beneficiarios de la Misión Vivienda.

Un Gobierno puede equivocarse pero solo ha fracasado cuando comienza a culpar a otros de sus propios errores y desviaciones. El oficialismo no logra revitalizar su discurso para recuperar la confianza y devolver la esperanza en las bases de apoyo que ha venido perdiendo y llega al extremo de atribuir a una conspiración internacional el colapso de los precios del petróleo. Acostumbrado a mover la economía con la renta petrolera, no logra articular un cuerpo básico de incentivos arancelarios, fiscales, monetarios, financieros, compras gubernamentales, suministro de insumos básicos, etc. para reactivar la economía, generar empleo productivo y preservar la calidad de vida y grado de bienestar de la población. 

Pero la Oposición tampoco ha logrado articular una propuesta concreta para impulsar una Agenda Legislativa Económica, que contenga los mandatos legales para superar la inercia gubernamental. Dado que es mayoría, la bancada de la MUD está emplazada a aprobar en el corto plazo un nuevo marco legal que mejore el clima de inversión productiva, en función de reactivar la economía y así poder superar los persistentes problemas de escasez, especulación e inflación.

Una Asamblea Nacional revanchista, dedicada a perseguir al chavismo en lugar de priorizar la aprobación de un nuevo marco legal que contribuya a encontrar las soluciones de los problemas más urgentes del país, erosionará la confianza de la gente. El viejo liderazgo lleno de resentimientos y cuentas por cobrar no termina de entender que  la mayoría de los venezolanos no está buscando culpables sino líderes capaces de conducir un proceso de diálogo y negociación para construir los grandes consensos que saquen al país de la crisis, aíslen a los grupos más violentos y conjure la amenaza de una confrontación civil que desemboque en un golpe militar. Apostar a una batalla final es provocar una confrontación social de consecuencias impredecibles, toda vez que el chavismo sigue siendo una poderosa fuerza con gran capacidad de convocatoria y movilización. 

En respuesta al conflicto de poderes que amenaza con una crisis de gobernabilidad, surgen nuevos reclamos y expectativas de un país cansado por una diatriba política que mantiene al Gobierno paralizado y a la Oposición jugando a la inacción, mientras la situación se deteriora cada vez más. Hasta ahora, estas nuevas demandas no han sido interpretadas adecuadamente por ninguna de las dos fuerzas que se disputan el liderazgo nacional.

El clamor es por un acuerdo nacional que saque al país de la crisis. Solo así se recuperará la confianza y se restablecerá la esperanza en el actual liderazgo político. El ciudadano de a pie no quiere que se reedite el estilo prepotente, arrogante y soberbio, ni en el Gobierno ni en la AN. Sin embargo, en esos territorios aún se oyen voces que apuestan por agudizar la confrontación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo para provocar una crisis política que desemboque en un Referendo Revocatorio, sin medir las consecuencias del caos que se generaría, del cual seguramente emergerá un nuevo liderazgo nacional que desplazará al liderazgo anacrónico, tanto del Gobierno como de la Oposición.

@victoralvarezr

 

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