Víctor
Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
En comparación con la votación alcanzada en las elecciones presidenciales
que llevaron a Nicolás Maduro al poder, la abstención de casi dos millones de
votos chavistas descontentos contribuyó al triunfo de la Oposición, la cual
logró una votación semejante a la que obtuvo en aquellos comicios. Pero en las parlamentarias
del 6-D, la ciudadanía ejerció el voto castigo contra un gobierno que no fue
capaz de diseñar políticas y estrategias eficaces para reactivar la economía y superar
los problemas de escasez, acaparamiento, especulación e inflación que continúan
atormentando a la población. Y mientras el discurso oficial se
dirija única y exclusivamente a los incondicionales, al llamado chavismo duro,
y no se platee reconquistar el apoyo del chavismo descontento que se abstuvo, o
de la clase media que votó en contra, el 42 % de votos que sacó seguirá
cayendo y esto seguramente se expresará en las elecciones de gobernadores
previstas para finales de este año 2016.
El Gobierno
atribuyó el resultado electoral a la guerra económica, la cual atacó con
rígidos controles, operativos, multas y cárcel, sin corregir los errores de
política económica que estimulan y facilitan el contrabando y la especulación. Solo
35% de los venezolanos aceptan la narrativa de la guerra económica como causa
de la crisis que azota a la población. Pero el Gobierno se empeña en mantener
este discurso y por eso está perdiendo la batalla en el imaginario colectivo, donde
crece la convicción de que el país está en manos de una dirigencia que no es
capaz de gobernar bien al país y se aferra al poder explotando la conexión afectiva
y sentimental con Chávez. Así, mientras el madurismo pretende seguir viviendo
de las glorias del chavismo, el pueblo lo que exige es la reactivación de la
economía y la repotenciación de las decadentes misiones, como sustento de un nuevo
discurso esperanzador que, en vez de una retórica pendenciera y quejumbrosa,
asuma la autocrítica y se disponga a corregir sus propios errores. A diferencia
del burocratismo enquistado en el Gobierno, el verdadero poder popular conformado por los movimientos
sociales, obreros y campesinos cuestiona cada vez más la explotación y culto a
la personalidad de Chávez y más bien busca resignificar su imagen para una
nueva etapa de las luchas sociales.
El triunfo de la oposición en gran medida fue facilitado
por los pésimos resultados de la política económica basada en rígidos controles
de cambio y de precios, un permanente ataque a la iniciativa privada a través
de expropiaciones, multas y encarcelamientos y un clima de creciente
conflictividad y ausentismo laboral. Quiso el oficialismo asustar a elector con
la amenaza de una Oposición dispuesta a desmontar los beneficios de los
programas sociales. Paradójicamente, el propio Presidente Nicolás Maduro puso
en duda la construcción de nuevas viviendas y exigió que se devolvieran los taxis
y tabletas que fueron repartidos en la campaña electoral. Por su parte, la
Oposición anunció que llevará a la Asamblea Nacional un Proyecto de Ley que
otorga la propiedad de los apartamentos y casas a los beneficiarios de la
Misión Vivienda.
Un Gobierno puede equivocarse pero solo ha fracasado cuando comienza a
culpar a otros de sus propios errores y desviaciones. El oficialismo no logra
revitalizar su discurso para recuperar la confianza y devolver la esperanza en
las bases de apoyo que ha venido perdiendo y llega al extremo de atribuir a una
conspiración internacional el colapso de los precios del
petróleo. Acostumbrado a mover la economía con la renta petrolera, no logra
articular un cuerpo básico de incentivos arancelarios, fiscales, monetarios,
financieros, compras gubernamentales, suministro de insumos básicos, etc. para reactivar
la economía, generar empleo productivo y preservar la calidad de vida y grado
de bienestar de la población.
Pero la
Oposición tampoco ha logrado articular una propuesta concreta para impulsar una
Agenda Legislativa Económica, que contenga los mandatos legales para superar la
inercia gubernamental. Dado que es mayoría, la bancada de la MUD está emplazada a aprobar en el corto plazo un nuevo marco legal que mejore
el clima de inversión productiva, en función de reactivar la economía y así
poder superar los persistentes problemas de escasez, especulación e inflación.
Una Asamblea
Nacional revanchista, dedicada a perseguir al chavismo en lugar de priorizar la
aprobación de un nuevo marco legal que contribuya a encontrar las soluciones de
los problemas más urgentes del país, erosionará la confianza de la gente. El
viejo liderazgo lleno de resentimientos y cuentas por cobrar no termina de
entender que la mayoría de los
venezolanos no está buscando culpables sino líderes capaces de conducir un
proceso de diálogo y negociación para construir los grandes consensos que
saquen al país de la crisis, aíslen a los grupos más violentos y conjure la
amenaza de una confrontación civil que desemboque en un golpe militar. Apostar
a una batalla final es provocar una confrontación social de consecuencias
impredecibles, toda vez que el chavismo sigue siendo una poderosa fuerza con
gran capacidad de convocatoria y movilización.
En respuesta
al conflicto de poderes que amenaza con una crisis de gobernabilidad, surgen nuevos
reclamos y expectativas de un país cansado por una diatriba política que
mantiene al Gobierno paralizado y a la Oposición jugando a la inacción,
mientras la situación se deteriora cada vez más. Hasta ahora, estas nuevas
demandas no han sido interpretadas adecuadamente por ninguna de las dos fuerzas
que se disputan el liderazgo nacional.
El clamor es
por un acuerdo nacional que saque al país de la crisis. Solo así se recuperará
la confianza y se restablecerá la esperanza en el actual liderazgo político. El
ciudadano de a pie no quiere que se reedite el estilo prepotente, arrogante y soberbio, ni en el Gobierno ni en la AN.
Sin embargo, en esos territorios aún se oyen voces que apuestan por
agudizar la confrontación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo para
provocar una crisis política que desemboque en un Referendo Revocatorio, sin
medir las consecuencias del caos que se generaría, del cual seguramente emergerá
un nuevo liderazgo nacional que desplazará al liderazgo anacrónico, tanto del Gobierno
como de la Oposición.
@victoralvarezr
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