viernes, 8 de mayo de 2020

¿A quién favorecen las sanciones económicas?


Por: Víctor Álvarez R.
El debate sobre las sanciones está muy distorsionado por intereses políticos subalternos, muy alejados del interés nacional. Por un lado está la narrativa oficialista que atribuye a las sanciones la causa de la crisis económica y, por el otro, el sector de la oposición que afirma que las sanciones se dirigen a funcionarios corruptos, negando las sanciones económicas.
La verdad científica suele ser políticamente incorrecta, incómoda para quienes quieren manipular la opinión pública y sacar provecho. De allí la importancia de poner las cosas en la balanza, examinar con rigor los impactos negativos y positivos, determinar el saldo neto y, sobre esta base, sacar conclusiones mejor fundamentadas.

Ciertamente, las sanciones brindan un pretexto al régimen para evadir la responsabilidad que tiene la nefasta política de controles, expropiaciones, sobrevaluación cambiaria y corrupción en la debacle de la economía nacional. Pero también es cierto que la última Orden Ejecutiva de Trump extiende las sanciones económicas a terceros que mantengan negocios con el gobierno venezolano. Esto quiere decir que los proveedores y contratistas privados de Pdvsa, Corpoelec, Hidroven y demás empresas públicas serán sancionados si siguen con esos negocios, toda vez que eso se interpreta como un oxígeno al régimen de Maduro.
Lamentablemente, la polarización política lleva a los sectores empresariales perjudicados a no pronunciarse en contra de las sanciones para no ser considerados como una caja de resonancia de un gobierno que ha sido extremadamente hostil contra el empresariado nacional, al cual cataloga como enemigo, conspirador y aliado interno de la coalición internacional que quiere sacar a Maduro de Miraflores.
A todas estas, al regresar de su gira internacional, el principal anunció que hizo Guaidó fue el endurecimiento de las sanciones, entre ellas a la línea aérea Conviasa que utilizan los venezolanos, cuyo previsible deterioro ahora se suma al colapso  de los servicios de electricidad, agua, gas doméstico y telecomunicaciones debido a que los proveedores ya no quieren suministrar transformadores eléctricos, bombas de agua, equipos de telecomunicaciones, repuestos, etc. Pero la polarización política impide reconocer los estragos que las sanciones están causando a lo poco que queda de aparato productivo nacional. 
Si las sanciones fuesen inocuas, sin ningún impacto económico que agrave el malestar social, seguramente Trump no las aplicaría. Lo hace porque cree que estrangulando a Pdvsa y a la economía nacional puede provocar el estallido social que desemboque en la caída de Nicolás Maduro. Por un lado se denuncia la grave crisis humanitaria provocada el régimen venezolano; pero, por el otro, se endurecen las sanciones económicas que no hacen otra cosa que agravar la tragedia nacional.  
Es cierto que las sanciones están obligando al gobierno a profundizar la apertura y liberalización económica en su afán de activar algunas fuentes de divisas que le permitan sobrevivir. Esto explica en cierta forma el espejismo de reactivación que se respira finales del año pasado. Pero esto es una burbuja que más temprano que tarde va a estallar.
Para superar la crisis de gobernabilidad no se puede seguir jugando al todo o nada, al ganador se lo lleva todo. Lo que más conviene al interés nacional es la conformación de un Gobierno de Coalición cuya misión sería aplicar un programa de reformas económicas para superar la escasez e hiperinflación, y reinstitucionalizar el país para convocar luego unas elecciones libres y transparentes, de tal forma que quien resulte ganador reciba una economía saneada y un país reinstitucionalizado que se pueda gobernar.
El endurecimiento de las sanciones no hará otra cosa que agravar la tragedia nacional y exacerbar la diáspora que huye de la escasez, la hiperinflación y la inseguridad. Para destrancar el juego, la comunidad internacional está llamada, más bien, a sustituir las sanciones financieras y comerciales por incentivos económicos a favor de la conformación de un Gobierno de Coalición que abra las puertas a una solución política, pacífica, democrática y electoral a la crisis venezolana, condición básica para avanzar hacia el reencuentro y la reconciliación nacional.

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