Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
La caída de los precios del petróleo es al mismo tiempo una enorme
oportunidad para relanzar la industrialización de la economía venezolana. Los problemas relacionados con la liquidación
oportuna de divisas que restringen la capacidad de importación, deben ser
vistos como una ocasión para relanzar el desarrollo industrial. En adelante, las
necesidades básicas del consumo interno tendrán que ser cubiertas con productos
nacionales, toda vez que no se cuenta ya con la abundante renta petrolera que
propició la sobrevaluación de la tasa de cambio y entronizó una prolongada
tendencia a comprarle al resto del mundo lo que bien pudiera producirse en
Venezuela.
La caída de los precios del petróleo y la
escasez de divisas plantea nuevamente el reto de industrializar la economía
venezolana. Esta es la clave para transformar el capitalismo rentístico
dependiente e importador en un nuevo modelo productivo soberano y exportador. En adelante, la política industrial debe ser un
componente fundamental de la política económica orientada al logro de los
objetivos de seguridad y soberanía alimentaria y productiva. Es la mejor manera
de generar empleos verdaderamente productivos, cuya remuneración tenga como
contrapartida la producción de una abundante oferta de bienes y servicios
destinados a satisfacer las necesidades básicas y esenciales de la sociedad,
sin romper el equilibrio que se debe preservar entre la oferta y la demanda
para contribuir a estabilizar los precios.
El punto de partida radica en desalentar las importaciones para favorecer
la producción nacional. Esto se logra a través de un tipo de cambio que exprese
la verdadera productividad de la economía no petrolera, de una política
arancelaria y tributaria que proteja el esfuerzo productivo nacional, y de una
gama de incentivos fiscales y financieros para la inversión productiva y el
fortalecimiento de las capacidades tecnológicas e innovativas.
Los países que han alcanzado un creciente grado de bienestar social
han reconocido la importancia de la industria como fuerza motriz del desarrollo
económico. En su proceso de transformación productiva, el crecimiento del
sector manufacturero con frecuencia ha sido mayor que el crecimiento del PIB,
convirtiéndose así en el sector dinamizador. Esto se concreta en un aumento del
grado de industrialización, es decir, de la contribución de la industria a la
conformación del PIB, en comparación con el aporte de los demás sectores
económicos.
Según los indicadores internacionales, un país
logra su grado de industrialización cuando el sector manufacturero aporta al
menos el 20% del PIB. En Venezuela la industria contribuye con menos del 14%. Mientras
la densidad industrial en Colombia es de 1,2 fábricas por cada mil habitantes,
en México es 1,7 y en Argentina 1,9. En Venezuela apenas tenemos 0,25
industrias por cada mil habitantes. Aumentar la densidad industrial y su aporte
al PIB es el gran reto que el país tiene plateado para superar los problemas de
desabastecimiento, escasez, acaparamiento y especulación que tanto malestar
generan en la población. Pero no hay que esperar a que reboten los precios del
petróleo y se produzca un nuevo auge de la renta, toda vez que la abundancia de
dólares es lo que ha estimulado la tendencia a importar y posponer la
industrialización de la economía venezolana.
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