Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
Conindustria celebró su Congreso bajo el lema “Productividad, Innovación y Reactivación Industrial”. Temas como
la situación de la manufactura nacional; El papel de la empresa privada en el
desarrollo económico y social del país; La productividad, la tecnología y la
innovación en la reactivación industrial; La educación y la innovación
tecnológica para la innovación industrial; y, Las alternativas para superar los
desequilibrios macroeconómicos y sectoriales fueron abordados en el evento por
destacados y reconocidos ponentes y panelistas.
La tarea de conformar una economía sustentada en los ingresos generados
por la actividad productiva y así superar la dependencia del ingreso petrolero,
todavía sigue pendiente. Los problemas relacionados con la escasez de divisas
que restringen la capacidad de importación, deben ser vistos como una
oportunidad para relanzar el desarrollo industrial. No hay que esperar a que reboten
los precios del petróleo y se produzca un nuevo auge de la renta. Para la
industria nacional, la abundancia de petrodólares ha sido una maldición porque
ha estimulado la tendencia a importar lo que aquí se puede producir a través de
un sostenido impulso a la industrialización venezolana.
Venezuela: pobre país rico
Una vez más el país sufre la paradoja de ser
un país rico en materias primas pero pobre en las tecnologías para
transformarlas en productos de mayor valor agregado. Impulsar la manufactura
nacional sustentada en el fortalecimiento de sus capacidades tecnológicas es un
imperativo en estos tiempos de escasez. Sobre todo si tenemos en cuenta el
efecto multiplicador que el desarrollo de este sector es capaz de ejercer sobre
otras actividades económicas orientadas a generar la oferta de bienes,
servicios y empleos destinados a satisfacer las necesidades esenciales de nuestra
sociedad.
La caída de los precios del petróleo, al agudizar la escasez de divisas,
es al mismo tiempo una oportunidad para relanzar la industrialización. Ya no se
cuenta con la abundante renta petrolera que propició la sobrevaluación de la
tasa de cambio y entronizó una prolongada tendencia a comprarle al resto del
mundo lo que aquí se puede fabricar. Hay que convertir este problema en una nueva
oportunidad para relanzar la industrialización con el fin de lograr que las
necesidades del consumo interno sean cubiertas con productos nacionales.
La política industrial en la agenda económica
En el Congreso de Conindustria se planteó el reto de reactivar y reindustrializar
la economía para contribuir a superar los problemas de desabastecimiento,
escasez, acaparamiento y especulación que tanto malestar generan en la
población. Pero la reindustrialización de la
economía no puede ser un proceso que se deje en manos de la mano invisible del
mercado, sino un esfuerzo bien planificado, sustentado en la complementación de
los sectores público y privado para lograr la rápida reactivación de las
capacidades productivas y tecnológicas que están cerradas u operando a media
máquina.
En adelante, la política industrial debe ser un componente fundamental
de la política económica orientada al logro de los objetivos de seguridad y
soberanía alimentaria y productiva. Por eso es tan importante armonizar la
política macroeconómica con las políticas sectoriales, particularmente la
agrícola, industrial y tecnológica. El punto de partida radica en desalentar las
importaciones para favorecer la producción nacional a través de un tipo de
cambio que exprese la verdadera productividad de la economía no petrolera, una
política arancelaria y tributaria que proteja el esfuerzo productivo nacional,
y una gama de incentivos fiscales y financieros para la inversión productiva y
el fortalecimiento de las capacidades tecnológicas e innovativas.
Reindustrializar la economía
Según los indicadores internacionales, un país ha logrado su grado de
industrialización cuando el sector manufacturero aporta al menos el 20% del
PIB. Pero en Venezuela la industria contribuye con menos del 14 % y la densidad
de establecimientos manufactureros por cada mil habitantes cayó de 0,33 en 1999
a 0,25 al cierre de 2015.
En Venezuela, la reindustrialización está llamada
a ser la fuerza motriz para impulsar la transformación de una economía
rentista, que poco produce y casi todo lo importa, en una nueva economía
independiente y soberana. Es la única estrategia posible para transformar el modelo
primario-exportador en un nuevo modelo productivo capaz de sustituir
eficientemente importaciones, diversificar la oferta exportable y, de esta
manera, ahorrar y generar nuevas fuentes de divisas que nos hagan menos
dependientes del ingreso petrolero.
En la Visión Industrial 2025 del Congreso de Conindustria se planteó
convertir la industrialización en el sustento del bienestar social. Ciertamente,
los países que han alcanzado una creciente calidad de vida han reconocido la
importancia de la industria como la fuerza motriz del desarrollo económico y
social. En su proceso de transformación productiva, el crecimiento del sector
manufacturero ha sido mayor que la velocidad de crecimiento del PIB,
convirtiéndose así en el sector dinamizador del desarrollo económico y del aumento
del grado de industrialización, es decir, de la contribución de la industria en
la conformación del PIB, en comparación con el aporte de los demás sectores
económicos.
La industrialización es un componente clave de la estrategia
antiinflacionaria, toda vez que genera empleo productivo cuya remuneración no
solo se traduce en demanda, sino que tiene como contrapartida una creciente
producción de bienes y servicios. Al satisfacer la demanda interna con una producción
industrial de creciente valor agregado, se evita que los ajustes en el tipo de
cambio encarezcan el componente
importado y aticen la inflación. De esta forma se contribuye a preservar el
poder de compra de los salarios y a proteger el bienestar social. @victoralvarezr
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