Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
Hace dos años se desató una ola de violencia para
forzar la salida de Nicolás Maduro de la presidencia. En aquel entonces se comparó
la situación de Venezuela con la represión desatada en Ucrania que terminó con
el derrocamiento del gobierno de Yanukovich. Las noticias transmitidas por los
medios internacionales intentaron convencer a la opinión pública mundial de que
los estudiantes venezolanos estaban siendo salvajemente reprimidos por el
Gobierno. Hasta en la ceremonia de los Premios
Oscar hubo artistas que levantaron carteles de “SOS Venezuela” como parte
de una campaña mediática para justificar la intervención extranjera con el
pretexto de evitar la masacre de un pueblo.
De “La Salida” al
“Revocatorio”
En febrero de 2014 la Oposición lucia dividida. Por
un lado, la postura de Henrique Capriles -quien luego de motivar los hechos
violentos de abril de 2013 para desconocer la victoria de Maduro-, finalmente se
decantó por la vía electoral, llamando a acumular fuerzas para enfrentar al oficialismo
en las próximas elecciones municipales. Pero al cantar fraude en las
presidenciales de 2013, Capriles convirtió en una derrota el avance electoral
sin precedentes que no había logrado ningún otro candidato de la Oposición. Cuestionó
la transparencia del poder electoral y sembró dudas en sus seguidores que no
fueron a votar en las elecciones municipales, facilitando así el triunfo de muchos
candidatos chavistas.
Por el otro lado, la posición de Leopoldo López, quien
con su consigna de “Maduro vete ya” se desmarcó de la vía electoral que retomó
Capriles. Las protestas que al comienzo fueron masivas y pacíficas, quedaron
reducidas a pequeños grupos violentos que alteraron la vida cotidiana y finalmente
fueron rechazadas por la propia base opositora que, obstinada de tanta
arbitrariedad, prefirió recuperar la tranquilidad en su vecindad. Aquella ola
de violencia se concentró en 18 ciudades del país donde la Oposición había ganado
las municipales y por eso varios alcaldes fueron acusados por el Gobierno de facilitar
la alteración del orden público al no remover las barricadas que impedían el
libre tránsito. De hecho, dos de sus alcaldes fueron enjuiciados, destituidos y
encarcelados.
Si alguna lección dejó
aquellos trágicos sucesos es que solo con la activación de los mecanismos
constitucionales para resolver una crisis de gobernabilidad es que se puede evitar
la reedición de una ola de violencia semejante que ponga al país al borde de
una guerra civil. Por eso, el Gobierno debería
celebrar que la Oposición optó por la vía democrática para conquistar el poder.
El Referendo Revocatorio
(RR) es la solución constitucional, democrática, electoral y pacífica para
superar el caos y reordenar al país.
Obstaculizar el RR es
tender la alfombra a los grupos violentos de ambos polos que sueñan con una
gran batalla final. El recrudecimiento de la violencia terminará aportando
el número de muertos que serán presentados como la prueba irrefutable de la
masacre que sufre el pueblo venezolano y, sobre esa base, justificar una intervención
militar.
¿Derecho
político o golpe constitucional?
No se puede conculcar un derecho político desvirtuándolo
como parte de un “golpe constitucional”. La revocatoria de los funcionarios
de elección popular fue una propuesta de la Revolución Bolivariana, planteada
por el propio Hugo Chávez, quien fue el primero en someterse a un RR y dejar en
manos del soberano la decisión de revocar o ratificar su mandato. Y lo hizo con las encuestas
en su contra y a sabiendas de que en el RR se estaba jugando la suerte de la
Revolución Bolivariana.
A
diferencia del ejemplo que Chávez dio, Nicolás Maduro ha dicho que “el referéndum revocatorio es una opción, no
una obligación”. No, el RR es un derecho político consagrado en la CRBV que
el CNE está obligado a canalizar con base en el marco legal que lo rige. No es un elemento opcional o accesorio o en la CRBV sino un componente esencial
de la Democracia Participativa y Protagónica para que la ciudadanía ejerza sus
derechos políticos y evalúe si está satisfecha con el Gobierno y, sobre esa
base, decida soberanamente si lo ratifica o lo revoca. No hay otra vía para
resolver de forma constitucional, democrática, electoral y pacífica la actual
crisis de gobernabilidad económica, social y política.
El Gobierno une a la MUD
La agenda de la MUD, inicialmente
dispersa entre la Enmienda, el Revocatorio y la Asamblea Nacional
Constituyente, gracias a las gestiones del Gobierno para que el TSJ declarara
inviable la aplicación de la Enmienda, finalmente se concentró en torno a la convocatoria
del RR.
Como se sabe, su objetivo es que
se realice antes de que se cumplan cuatro años de la presidencia de Nicolás
Maduro para que el CNE convoque elecciones presidenciales en los 30 días
siguientes. De lo contrario, el Vicepresidente quedaría encargado de culminar
el período presidencial. Si este fuera el caso, se habría cambiado a un hombre
más no al Gobierno, ni mucho menos al modelo económico, político y social en
cuestión.
El CNE tiene que ser un árbitro neutral y no puede sucumbir ante las presiones ni de
aquellos factores que gritan “Referendo YA” y pretenden saltarse los pasos
legales en su afán de convocar cuanto antes el RR, ni tampoco de aquellos que a
nombre del derecho que tienen de supervisar los pasos del proceso, despliegan
sus triquiñuelas y se obstinan en atravesar revisiones distintas a las
estrictamente establecidas en las leyes.
Al convalidar maniobras
para violentar los lapsos rigurosamente establecidos, el CNE pondría en duda la
neutralidad y pulcritud con la que condujo esta consulta popular. Si finalmente
se imponen las maniobras dilatorias se lapidarán las soluciones
constitucionales y pacíficas y esto abonará el camino a las salidas violentas y
dictatoriales. @victoralvarezr
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