viernes, 12 de agosto de 2016

¿Para qué sirvió el Decreto de Emergencia Económica?

Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias

El presidente Nicolás Maduro anunció que renovará una vez más el Decreto de Emergencia Económica (DEE) y aseguró que lo mantendrá activado a lo largo del año para tener a mano las respuestas a la crisis económica. Sin embargo, las largas colas que sufre la población demuestran que no ha habido avances concretos en la superación de la escasez, el acaparamiento, la especulación y la inflación. Ninguna mejoría se percibe desde que este decreto fue dictado y prorrogado.  

El Gobierno afirma que están vigentes las causas que motivaron el DEE y acusa a los enemigos de la Revolución de provocar una caída abrupta de los precios de nuestra principal fuente de ingresos, como lo es el petróleo. Esta interpretación ignora el comportamiento cíclico de los precios del petróleo que está asociado al desempeño de la economía mundial, al desequilibrio entre la oferta y la demanda debido al desarrollo de nuevos tipos de petróleo y el retorno de Irán a los mercados, así como a las tensiones bélicas en los países del Medio Oriente.  

Lo que está afectando gravemente los ingresos fiscales y de divisas del país es la falta de previsión. Creer que los precios del petróleo subirían indefinidamente llevó a crear fondos para gastar todo el ingreso petrolero sin ahorrar nada en el Fondo de Estabilización Macroeconómica (FEM), tal como lo ordena el artículo 321 de la CRBV. Y en lugar de ajustar a los nuevos precios del petróleo el Presupuesto 2016, que fue calculado con base a 40 $/b, el gobierno sigue gastando como si nada hubiese pasado y afirma absurdamente que aunque los precios del petróleo lleguen a 0, el financiamiento de los programas sociales no se verá afectado.

Aferrarse a un DEE lleno de contradicciones no contribuirá en nada a superar la crisis. Esto ya se demostró en los primeros 120 días de vigencia del mismo. Recordemos que  en el numeral 10 del artículo 2 se plantea: “Adoptar las medidas necesarias para estimular la inversión extranjera (…) para la generación de nuevas fuentes de empleo, divisas e ingresos”, pero justo en el numeral 9 incluye una medida que aleja al inversor, al plantear que: “el Ejecutivo Nacional podrá requerir a las personas naturales o jurídicas propietarias o poseedoras, los medios de transporte, canales de distribución, centros de acopio, beneficiadoras, mataderos y demás establecimientos, bienes inmuebles y mercancías que resulten necesarios para garantizar el abastecimiento oportuno de alimentos a los venezolanos, así como otros bienes de primera necesidad”.

El espíritu autocrítico brilla por su ausencia en el texto del DEE. En lugar de reconocer el fracaso de un modelo basado en la estatización de empresas que eran productivas -pero una vez expropiadas terminaron quebradas por el burocratismo, el pseudosindicalismo y la corrupción-, en el numeral 8 plantea: “Requerir a empresas del sector público y privado incrementar sus niveles de producción así como el abastecimiento de determinados insumos a los centros de producción de alimentos o de bienes esenciales, para garantizar la satisfacción de necesidades básicas de las venezolanas y los venezolanos”.

El Gobierno insiste en atribuir estos problemas a la guerra económica sin reconocer la responsabilidad que tienen los errores y desviaciones de la política económica. No logra articular una eficaz estrategia económica para reactivar la producción nacional y por eso los 14 motores no terminan de despegar en medio de la peor tormenta macroeconómica que el país haya sufrido. Y si no se corrigen los graves desequilibrios fiscales, monetarios, cambiarios y de precios, si no se garantiza la seguridad jurídica y la paz laboral, y si no se supera el severo racionamiento de electricidad, es imposible crear el ambiente adecuado para estimular la inversión productiva que requiere el despegue de esos motores.

Por su inercia,  pareciera que el Gobierno no logra comprender la complejidad del problema ni cómo resolverlo. Ni siquiera el nuevo equipo económico ha podido articular las medidas necesarias para encarar el tamaño de la crisis. La solicitud para disponer de los saldos presupuestarios y asignar recursos extraordinarios a proyectos que no están previstos en el presupuesto, así como la dispensa de los requisitos y controles de rigor con el argumento de agilizar los procedimientos administrativos referidos a contrataciones públicas, trámites cambiarios e importaciones gubernamentales, refleja la inercia de un gobierno acostumbrado a gastar los recursos públicos sin mayores controles por parte del Poder Legislativo. Y al inyectar desmesuradas cantidades de dinero a una economía afectada por crecientes índices de escasez, lo único que logra es azuzar cada vez más la inflación y agravar el enorme malestar que socava su base de apoyo social en crecientes sectores de la población.

En lugar de someter al país a la inútil confrontación de poderes, el clamor nacional reclama un gran acuerdo entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo para adelantar un Programa de Estabilización Económica que permita recuperar el bienestar social. En vez de desgastar al país en esta infecunda confrontación que lleva a negar las leyes que aprueba la Asamblea Nacional o a rechazar los decretos que dicta el Gobierno, ambos poderes deberían estar trabajando conjuntamente para corregir las distorsiones derivadas del régimen de cambios múltiples, de los rígidos controles de precios que ahorcan la producción y de los ineficientes subsidios que estimulan el contrabando de extracción. Asimismo, deberían convenir una Agenda Legislativa Mínima para la enderezar el rumbo económico, adecuando todas aquellas leyes que han contribuido a crear un ambiente adverso y hostil en contra de la inversión productiva. Solo así se podrá reactivar la producción agrícola e industrial para superar al fin los problemas de desabastecimiento y alto costo de la vida que azotan a la población.  @victoralvarezr

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